Al tiempo que el presidente Daciano fué enviado á España de los emperadores Diocleciano y Maximiano, para hacer carnicería de los cristianos y arrancar, si pudiese, de la tierra nuestra santa religión; vivía en Barcelona una santa doncella, nacida de nobles padres, llamada Eulalia, la cual era cristiana, y estaba retirada en una heredad cerca de la ciudad. Era á la sazón de catorce años y virgen hermosísima, honestísima, y abrasada del amor de Jesucristo, á quien había tomado por esposo y consagrado su pureza virginal. Entró Daciano en Barcelona, y comenzó con igual impiedad y braveza á derramar sangre de cristianos. Vino á noticia de santa Eulalia lo que el cruel juez hacía, y fué combatida en su corazón de dos contrarios afectos, de tristeza y alegría: de tristeza, porque temía que algunos cristianos flacos no desmayasen en la fé, por temor de tan rigurosos tormentos, y se ahogasen en aquella brava tempestad: de alegría, porque deseaba morir por Cristo, y juzgaba que era ya llegado el tiempo en que Dios la quería hacer tan gran merced. Era tan extraordinaria esta alegría y júbilo, que la virgen sentía en su bendita alma, que no la podía encubrir ni disimular, sino que sus padres y parientes lo echaban de ver, aunque no sabían la causa de tan nuevo y grande gozo. Con este fervor y deseo del martirio, movida del Señor, se salió secretamente de casa de sus padres, y se fue al tribunal de Daciano, y con palabras libres, graves y muy avisadas, le reprendió de la tiranía y crueldad que usaba contra los cristianos. Quedó asombrado el malvado presidente, por ver una doncella de tanta belleza y de tan poca edad, hablar con tanta osadía y libertad, y reprender lo que él hacía por mandado de los emperadores. Quiso saber de ella quién era, y porqué hablaba con tan poca reverencia de la majestad romana, y de un ministro que con tanta autoridad le representaba: y la santa virgen, sin turbarse, le respondió, que ella era cristiana y sierva de Jesucristo, que es rey de los reyes y señor de los señores. Embravecióse el inicuo juez, y arrebatado de cólera y furor, mandó luego azotar crudamente á la santa virgen. Hiriéronla terriblemente, y abrieron su virginal y delicado cuerpo con los azotes; pero cuanto más la herían, tanto ella estaba más constante y alegre, y decía: «Porque mi Dios me conforta, no siento vuestros tormentos». Lo que debiera ablandar el fiero pecho de Daciano; eso le endureció más, y le encendió en mayor furia. Mandóla atar en el ecúleo, y arañar con uñas de hierro, y abrasar sus costados con hachas ardiendo, y acrecentando tormentos, y buscando otros de nuevo, la envolvieron en cal viva. Echaron sobre su cabeza aceite hirviendo y plomo derruido, y mostaza desleída en vinagre por las narices y por las llagas que tenía en todo el cuerpo, las cuales le fregaron con pedazos agudos de vasijas quebradas, y quemáronle los ojos con velas encendidas.
¡Que fiera tan atroz es un hombre inhumano y cruel! Peleaba la impiedad con la fé: el demonio con Cristo: Daciano con la santa y tierna doncella: los tormentos con la flaqueza mujeril; y la muerte con la vida. Pues ¿quién podrá dudar á cuál de las dos partes se ha de inclinar la victoria? Cansóse Daciano: los verdugos se rindieron: cesaron los tormentos: el demonio quedó confuso: prevaleció la santa virgen; y Cristo triunfó en su esposa: la cual con el consuelo del cielo, siempre alegre y gozosa, milagrosamente quedó libre de los tormentos; y los verdugos que la atormentaban, quedaron quemados. ¿Qué haces, Daciano? ¿Son ya agotadas tus invenciones, y la ingeniosa crueldad para buscar nuevos tormentos y nuevas penas? ¿No conoces que el esfuerzo y firmeza de Eulalia no es suya, sino de Dios verdadero? ¿Porqué no le reconoces? ¿Porqué no le sirves y adoras? Todo lo que vió el tirano no aprovechó; antes volvió su pensamiento á la deshonra, é ignominia de la purísima virgen: y así, desnuda, y desfigurada como estaba por las muchas heridas, la mandó llevar por la ciudad, para confusión de la santa y espanto de los otros cristianos, y después degollarla en el campo; confesando con esto, que ya desesperaba de la victoria y se tenía por vencido. Fué degollada á los 12 de febrero, y en este día celebra su fiesta la santa Iglesia. El Martirologio romano y el cardenal Baronio dicen que murió en cruz, y que su bendita alma fué vista en figura de paloma subir al cielo; y san Isidoro dice, que su sagrado cuerpo fué cubierto de nieve, con que parece que milagrosamente le quiso honrar nuestro Señor, y fué después honoríficamente por los cristianos de noche sepultado. Estuvo encubierto por muchos años, hasta que nuestro Señor le descubrió, siendo obispo de Barcelona Frodoyro, el año de 878: el cual obispo, habiendo entendido que cuando fué martirizada santa Eulalia, su sagrado cuerpo había sido sepultado fuera de la ciudad, en la iglesia de santa María del Mar, le hizo buscar con gran diligencia y cuidado; y no habiéndolo hallado, mandó que todo el pueblo de la ciudad y su comarca ayunasen tres días, y concurriesen á aquella iglesia á pedir con mucha devoción á nuestro Señor, que les descubriese aquel tesoro, que estaba allí escondido. Ayunaron, vinieron al templo, oraron, pidieron á Dios con una procesión muy solemne, que les hiciese aquella merced tan señalada: y el obispo, acabada la Misa, y vestido de pontifical, tocando con el báculo pastoral el rincón del altar, sintió que estaba hueco. Mandó cavar y hallóse una arca de mármol, y en ella el precioso tesoro, que buscaban, del cual salió luego una fragancia del cielo. Sacaron el bendito cuerpo de aquella arca; y cubierto de un rico paño, le llevaron en andas á la ciudad. Llevándole, sucedió una cosa maravillosa, que llegando á la puerta de la ciudad, se hizo inmóvil, y tan firme, que los que le llevaban no le pudieron mover.
El martirio de esta gloriosa Virgen fué, como dijimos, á los 12 de febrero, por los años del Señor de 304, imperando Diocleciano y Maximiano. Hacen mención de ella los martirologios, Romano, de Beda, Usuardo, y Adon, y san Eulogio, mártir de Córdova, y el cardenal Baronio en las anotaciones del Martirologio, y en el segundo tomo de sus anales.El obispó se postró en oración, y ordenó, que todos hiciesen lo mismo: y acabada la oración, se levantó, llorando muchas lágrimas, y asió de las andas, mandando á los más principales clérigos, que le ayudasen, y con esto el santo cuerpo se movió, y se dejó llevar á la catedral de Barcelona, que tenía la advocación de la Santa Cruz, donde le tuvieron algunos días en el altar mayor, y después le colocaron en el sagrario; y celebra la Iglesia de Barcelona fiesta particular de esta invención á los 23 de octubre. Después se trasladó otra vez el santo cuerpo á una rica capilla, que se había labrado de su nombre y advocación en la misma iglesia, estando presente el rey don Jaime de Aragón, el primero, con los infantes sus hijos, y muchos príncipes de su sangre, y caballeros de su corte: el cual rey don Jaime murió el año de 1276, según Gerónimo de Zurita; y de esta traslación se hace fiesta en Barcelona en el segundo domingo de julio.
Fuente: La leyenda de oro para cada día del año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset, Butler, Godescard, etc |
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