SANTA MARTA, VIRGEN

SANTA MARTA

Fué santa Marta hebrea de nación, é hija de padres nobles y ricos.

Su padre, según san Antonino, se llamó Sito, y su madre Eucaria. El sagrado evangelista San Lucas nos dice, como Cristo fué hospedado de Santa Marta, que era hermana de María Magdalena y de Lázaro, y nos pone delante la solicitud y cuidado, con que esta santa virgen le servía: porque con ser mujer principal y rica, y tener muchos criados en casa; no fiándose de los otros, ella misma entendía en proveer lo que era menester, y en aderezar la comida: y pareciéndole poco todo lo que hacía, quería que su hermana Magdalena, que se estaba á los pies de Cristo, oyendo sus dulcísimas palabras, y apacentándose con su doctrina divina, se levantase, y la ayudase; porque todo el mundo, que se empleara en servirle y regalarle, le parecía poco.
Quejose al Señor, suplicándole amorosamente que mandase á su hermana, que la ayudase; pero el Señor, aunque no reprendió el solícito afecto con que Marta le servía, alabó la quietud suave con que Magdalena, dejados los otros cuidados, atendía á lo que más importa, que es oír á Dios, y gozar de Dios.


Evangelio según San Juan, 11:17-41:

Vino, pues, Jesús y halló que había ya cuatro días que estaba en el sepulcro. Y Betania distaba de Jerusalén como unos quince estadios. Y muchos judíos habían venido a Marta y a María para consolarlas de su hermano. Marta, pues, cuando oyó que venía Jesús, le salió a recibir, mas María se quedó en casa. Y Marta dijo a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Mas también sé ahora, que todo lo que pidieras a Dios te lo otorgará Dios”. Jesús le dijo: “Resucitará tu hermano”: Marta le dice: “Bien sé que resucitará en la resurrección en el último día”. Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque hubiere muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?” Ella le dijo: “Sí, Señor, yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo que has venido a este mundo”.

Y dicho esto, fue y llamó en secreto a María su hermana, y dijo: “El Maestro está aquí y te llama”. Ella, cuando lo oyó, se levantó luego y fue a Él. Porque Jesús aún no había llegado a la aldea; sino que se estaba en aquel lugar en donde Marta había salido a recibirle. Los judíos, pues, que estaban en la casa con ella, y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado apresurada, y había salido, la siguieron, diciendo: “Al sepulcro va a llorar allí”. Y María, cuando llegó a donde Jesús estaba, luego que le vio, se postró a sus pies y le dice: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no hubiera muerto”.

Jesús cuando la vio llorando y que también lloraban los judíos que habían venido con ella, gimió en su ánimo y se turbó a sí mismo. Y dijo: “¿En dónde le pusisteis?” Le dicen: “Ven y lo verás”. Y lloró Jesús. Y dijeron entonces los judíos: “Ved cómo le amaba”. Y algunos de ellos dijeron: “¿Pues éste abrió los ojos del que nació ciego, no pudiera hacer que éste no muriese?” Mas Jesús, gimiendo otra vez en sí mismo, fue al sepulcro. Era una gruta y habían puesto una losa sobre ella. Dijo Jesús: “Quitad la losa”. Marta, que era hermana del difunto, le dice: “Señor, ya hiede, porque es muerto de cuatro días”. Jesús le dijo: “¿No te he dicho que si creyeres verás la gloria de Dios?” Quitaron, pues, la piedra…


Vese asimismo la familiaridad, que nuestro Señor Jesucristo tuvo con estas dos santas hermanas, y el favor y merced que les hacía, cuando estando su hermano Lázaro enfermo y peligroso, le escribieron: «Señor, el que amas está enfermo»; sin añadir otra palabra; porque sabían que ésta sola bastaba para que el Señor viniese y le diese entera salud, como lo hizo: aunque para manifestar más su gloria, permitió que Lázaro muriese, y estuviese hediondo cuatro días en la sepultura, para resucitarle, llorando sobre él, por la ternura y compasión que tenía á sus dos hermanas: de las cuales Marta salió primero á recibirle fuera del castillo, y después llamó á su hermana María, mostrándose en todo devotas, humildes, y amorosas discípulas del Señor: el cual, como quien tan bien paga los servicios que se le hacen, y pone á su cuenta sus mismos dones con que nos previene y enriquece, llenó aquella casa de bendición, y con singulares gracias y privilegios adornó las animas, de las que tanta voluntad y devoción en ella le recibían y hospedaban, aun en tiempo que los judíos tanto lo perseguían, y tenían por malditos y excomulgados á los que trataban con Él. De aquí vino, que después de la ascensión de Cristo á los cielos, estos mismos judíos, persiguiendo á los fieles y miembros de Cristo, echaron mano de Santa Marta y Santa Magdalena, y habiéndoles confiscado primero sus bienes, las pusieron con Lázaro, su hermano, y con Maximino y toda su casa, en un navío sin velas, ni remos, para que pereciesen en el mar; más el navío guiado de Dios aportó á Marsella: la cual ciudad, visto el milagro, y oyendo la predicación del Evangelio, se convirtió á la fé de Cristo, y luego otra ciudad, llamada Aix, hizo lo mismo. En Marsella fué obispo Lázaro, y Maximino, uno de los setenta y dos discípulos de Cristo, lo fué en Aix.

La Santa Magdalena se apartó a un áspero y solitario monte, para emplearse toda en oración y meditación. Santa Marta con una criada suya, llamada Marcela, edificó un monasterio fuera de poblado, y en compañía de otras muchas doncellas, que la siguieron, sirvió muchos años en santo recogimiento al Señor, alzándola bandera (después de la Madre de Dios) de la virginidad, y haciendo voto de ella, viviendo en congregación de mujeres dedicadas á Dios enteramente, con tanto rigor y aspereza de vida, que san Antonino, arzobispo de Florencia, escribe, que no comía carne, ni huevos, ni queso, ni bebía vino, y que comía sola una vez al día, y era tan dada a la oración, que cien veces cada día, y otras tantas cada noche se hincaba de rodillas para adorar y reverenciar al Señor. Y el mismo autor refiere, que con sus oraciones mató un dragón horrible y disforme, que hacía mucho daño en toda aquella tierra, haciendo sobre él la señal de la cruz, y rociándole con agua bendita: y que llegando el tiempo, en que nuestro Señor la quería galardonar, le reveló un año antes el fin de su dichosa vida; y que para mayor corona suya, quiso que todo aquel año estuviese doliente de calenturas: pero ocho días antes de su muerte oyó suavísima música en el cielo, y vio los santos ángeles, que cantando llevaban el ánima de su dulcísima hermana Magdalena, la cual le apareció á la hora de su tránsito:y el mismo Cristo nuestro Redentor la visitó; y le dijo: Ven, huéspeda mía muy querida; que como tú me recibiste en tu casa, así yo te recibiré en la mía en el cielo. Mandóse poner sobre el suelo, sembrado de ceniza, en parte donde pudiese descubrir y ver el cielo: y teniendo allí delante una cruz, se hizo leer la pasión del Señor, escrita por San Lucas; y llegando á aquellas palabras:

«En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu», dio el suyo al Señor. También dice San Antonino, que estando san Frontino, obispo petragoricense, que ahora llamando Perigueux (á donde había sido enviado del apóstol san Pedro) diciendo misa, le apareció un ángel, y le dijo, que fuese á enterrar á santa Marta, y le llevó á Tarascón donde fué su muerte, y se halló a su entierro, é hizo el oficio en compañía del mismo Cristo, que le ayudó á enterrar: porque así honra Dios á los que le honran, y con semejantes favores paga los servicios que por su gracia se le hacen. Pedro Galesino dice, que escribió la vida de santa Marta en hebreo Marcela, su criada, y que la tradujo en latín Síntico; aunque el cardenal Baronio le parece aquella vida escrita por algún autor más moderno, y digna de ser examinada.

Celebra la fiesta de Santa Marta la Iglesia el día de su muerte, que fué á 29 de julio, año de 84, imperando Domiciano. Hizo nuestro Señor muchos milagros por esta bienaventurada santa, entre los cuales fué uno, dar salud á Clodoveo, rey de Francia, estando muy enfermo y orando al sepulcro de Santa Marta.

Fuente: La leyenda de oro para cada día del año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset, Butler, Godescard, etc.

Una leyenda sobre Santa Marta

Cuenta la Leyenda, que en un bosque, situado entre Arles y Avignon, había por aquel tiempo un dragón. Esta fiera a veces salía del bosque, se sumergía en el río, volcaba las embarcaciones y mataba a cuantos navegaban en ellas. Santa Marta, atendió los ruegos de la gente de la comarca, y dispuesta a liberarla definitivamente, se fue al bosque a buscar a la fiera; la halló devorán­dose a un campesino.

Santa Marta se acercó sin temor, la roció con agua bendita y le mostró una cruz. La bestia, al ver la cruz y sentir el contacto con el agua bendita, se tornó mansa como una oveja. Santa Marta se acercó nuevamente a ella, la amarró por el cuello con el cordón de su túnica, la sacó a un claro, y allí los hombres de la comarca le dieron muerte. Desde entonces, el lugar comenzó a lla­marse Tarascón que era el nombre del Dragón.

Una vez que terminó con la fiera que era el azote de la comarca, Santa Marta, decidió dedicarse al ayuno y la oración en aquel bosque y pronto se le unieron varias mujeres. Edificó entonces una ba­sílica dedicada a la Virgen María, y un convento anexo en el que todas ellas organizaron su vida en comunidad a base de penitencia y oración.

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