Santa Martina, Virgen

En tiempo del emperador Alejandro fué santa Martina martirizada: fué natural de Roma, y de noble linaje, y desde su niñez fué informada en los secretos de las Escrituras sacras, y arreada de todas las costumbres loables: tenía muchas heredades y riquezas, y diólas todas á los pobres con mucha largueza. El emperador Alejandro mandó á algunos de sus caballeros, que fuesen á buscar á los cristianos, que hallasen por la ciudad, y los hiciesen ir á sacrificar; y ellos, andándolos buscando, hallaron á esta santa virgen, que estaba llorando, y lleváronla delante del emperador; y viéndola el emperador, fué enlazado por su hermosura, y díjole, queriendo vencer su corazón: O doncella de claro linaje, mi intención es de tomarle por mujer, y de hacerte reina y señora de mi palacio; más sacrifica primero á Apolo. Santa Martina, oyendo esto, respondióle, y dijo: Yo me ofrecí en sacrificio á Dios vivo, el cual se deleita en la castidad corporal, y en la limpieza de la voluntad, y á él ofrezco yo cada día sacrificio de loor, y á él me encomiendo con toda devoción.
El emperador mandó llamar á los sacerdotes de Apolo, y aparejar para sacrificarle, é hizo llevar allá á santa Martina, para hacerle adorar; y santa Martina armóse con la señal de la cruz, y alzó los ojos al cielo, abrió las manos, y rogó á nuestro Señor Jesucristo, que quebrantase aquel ídolo. Tembló luego la tierra, y movióse toda la ciudad, y cayó Apolo con la estatua: quebróse, y desmenuzóse del todo; y cayó la cuarta parte del templo, y mató gran multitud de gentiles, y á los sacerdotes de Apolo, que estaban sacrificando; y viendo esto la bienaventurada santa Martina, dijo al emperador: Vé, y ayuda á Apolo tu dios, que está deshecho, y desmenuzado, y repara su templo, que está derribado. ¿Porqué no se levanta á ayudar á sus sacerdotes, que están encerrados debajo de la madera, y de las piedras del templo, que cayeron sobre ellos? Y salió luego el demonio, que estaba en el ídolo de Apolo, y luego comenzóse ó revolver en el polvo de la imagen, y á decir á grandes voces delante del pueblo todo: Martina, virgen, sierva del gran Dios, ¿porqué me echas de mi casa, en la cual ha veinte y ocho años que moro, y muestras mi fealdad á todo el pueblo? Muchos mártires santos han pasado, que no descubrieron mi fealdad: mi poder era grande en maldad; porque tenía debajo de mi jurisdicción, cuatrocientos sesenta espíritus malos, que me obedecían cada día, y me ofrecían muchas almas; mas ahora hazlos hecho huir, y partirse de mí, ó irse al fuego perdurable del infierno. Y después que el demonio hubo dicho esto, fuese por el aire, dando voces aullando, é hinchiendo de tinieblas los lugares por donde pasaba, y espantando á todos los que miraban; y el emperador, no entendiendo ser esto obra divina, mandó herir á la virgen á palmadas, y rasgarle los párpados de los ojos con unos garfios de hierro; y los carniceros crueles hicieron luego, lo que les mandó el emperador, y comenzaron á dar voces, y á decir: ¡Ay de nosotros! ¡Ay de nosotros! Que más somos atormentados nosotros, que esta doncella; porque cuatro varones muy claros están delante de ella, que nos dan todas las penas, que nosotros damos á ella. La santa virgen alzó los ojos al cielo, y bendijo al Señor, y rogó por aquellos ocho hombres, que la atormentaban, suplicándole, que le pluguiese de convertirlos á la fe verdadera, y descendió luego una gran claridad, y vino una voz del cielo, que dijo: Yo los perdono por la oración de mi sierva Martina: y tú, hija, ten confianza; porque yo estoy pronto para socorrerte, y no te dejaré ser sobrepujada del demonio, que te desea vencer: y aquellos ocho hombres, que la atormentaban, viendo aquella claridad, y oyendo aquella voz celestial, derribáronse en tierra delante de ella, y rogáronle que les alcanzase perdón del Señor, porque se atrevieron á atormentarla por mandamiento del emperador. Fuéronse luego para el emperador, y dijeronle con gran fortaleza de corazón: Emperador, sabe, que no adoraremos más tus ídolos, á los cuales habernos hasta ahora servido; porque por la oración de esta santa virgen habernos conocido el poder de Jesucristo; y oyendo esto el emperador Alejandro, se airó mucho, y díjoles: O locos, engañados sois por los encantamientos del crucificado, en los cuales sois ya enseñados; y ellos, oyendo esto, dijéronle: Verdaderamente eres ciego y mora en tí el demonio del infierno; pues que no conoces al que te hizo y le dio este poder: y el emperador, oyendo esto, mandólos poner en el teatro, y rasgar sus carnes con peines de hierro, y los santos varones callaban, y alzaban los ojos al cielo, y oraban con cara muy clara; y viendo esto el emperador Alejandro, se llenó de mayor ira, y saña, y mandólos descabezar, y ellos armáronse de la señal de la cruz, encomendáronse al Señor, alzaron las cervices, y recibieron la muerte con alegría, á 17 días del mes de noviembre: y otro día, asentándose el emperador en su trono, mandó, que le trajesen delante á santa Martina, y dijo: Tráiganme aquella encantadora: veamos otra vez sus encantamientos.

La Virgen y el Niño con Santa Martina y Santa Inés

Fue traída santa Martina: y como no quisiese sacrificará los dioses, mandóla el emperador desnudar, azotar, y sajar su cuerpo con cuchillos pequeños; y resplandeció la cara de santa Martina, así como nieve muy clara, y fué cubierto su cuerpo de gran resplandor, y no la pudieron los gentiles ver por la gran claridad. Salía leche de las llagas de su cuerpo en lugar de sangre, y un olor, como si fueran quemados olores y perfumes muy suaves. Como santa Martina hiciese oración al Señor, despreciase las amenazas del emperador, y reprendiese su locura con gran fortaleza de corazón; mandóla el emperador estirar, atar á cuatro estacas, y azotar con varas: y como la azotasen, cansábanse los que la azotaban, y rogaban al emperador, y le decían: Mándanos dejar de atormentar con tan duras penas. El emperador mandábala todavía azotar, hasta que cayeron en tierra así como muertos los que la azotaban, y le daban aquellos tormentos. El emperador, viendo esto, estaba en muy gran confusión: llegó a él un hombre poderoso, su pariente, que tenía por nombre Limineo, y díjole: que la mandase tornar á la cárcel, y la mandase toda empringar con grosura hirviendo; y seria ensuciada y obscurecida toda la claridad, que en ella parecía. El emperador mandólo hacer así; y tornándola á la cárcel, entró en ella santa Martina con alegría, haciendo muchas gracias al Señor, y vinieron luego muchos ángeles, y loaban con ella al Señor con voces muy deleitables. Al otro día de mañana fué Limineo á la cárcel, por mandado del emperador, para hacerla traer y atormentarla; y al llegar á la cárcel, fué lleno de olor de muy gran suavidad. Viendo esto, los que iban con él dijeron, que aquel olor eran perfumes, que habían puesto allí los enamorados de santa Martina; y otros decían, que venían de los dioses á ella. Abriendo Limineo la puerta de la cárcel, vio grande resplandor, y cayó en tierra con gran temor; y luego que se levantó y entró en la cárcel, vio estar á santa Martina asentada en una silla, y que estaban alrededor de ella muchos varones esclarecidos, vestidos todos de blanco, y que tenían una tabla de oro en la mano, en que estaba escrito: «Muy grandes son tus obras, Señor, y todas las cosas hiciste con sabiduría». Limineo, teniendo grande temor, tornóse para el emperador, y contóle, lo que había visto; y decían al emperador, los que lo oían, que era engañado Limineo de los encantamientos de santa Martina. Después que desaparecieron aquellos varones que estaban vestidos de blanco, fué sacada santa Martina de la cárcel, y llevada delante del emperador Alejandro, quien mandó á sus caballeros, que la llevasen luego á sacrificar á un ídolo de una diosa, que se llamaba Archemida; y entrando santa Martina en el templo, comenzó á dar muy grandes voces el demonio, que moraba en el ídolo, y decía: ¡Ay de mí! que el fuego corre en pos de mí por todas cuatro partes del templo; y como la santa virgen lo mandase, que se fuese, comenzó á tronar y á relampaguear, cayó fuego del cielo, quemó á los sacerdotes del templo, y tornó en ceniza el ídolo de Archemida. Viendo esto el emperador, mandó extender en tierra á santa Martina, despedazarla con espadas, y rasgarle los pechos con uñas de hierro, y ella sufríalo todo con mucho y grande esfuerzo, loando al rey del cielo. Mandóla el emperador echar á las bestias bravas, porque la desperezasen y matasen: soltáronle un león muy grande, que había tres días que no le habían dado de comer, porque la despedazase y comiese, y no le aprovechasen sus encantamientos; y viéndola el león, comenzó á bramar habiendo de ella compasión, y fuese á ella con cara blanda: comenzóla á halagar; derribóse á sus pies; y comenzóselos á besar, y lamer. Santa Martina, viendo esto, dijo: Muy maravillosas son, Señor, tus obras; porque veo á los ángeles estar alrededor de tí, loar tu voluntad, y refrenar la crueldad de los bravos animales. Viendo esto el emperador, mandó tornar al león á la jaula. El león arremetióse, y arrebató á Limineo, pariente del emperador, matólo, despedazólo, y comiólo. El emperador, viendo esto, tuvo muy gran tristeza; y lleno de ira, mandó quemar á santa Martina. Los servidores de la maldad encendieron gran fuego, y pusieron á santa Martina en medio; mas descendió luego gran lluvia del cielo, vino gran viento, derramó la llama, y quemó á los que estaban alrededor. El emperador mandó raer la cabeza de santa Martina, creyendo, que tenía los encantamientos en la cabeza; y santa Martina, viendo esto, dijo al emperador: Dicen, que los cabellos son gloria de la mujer; y tú me haces quitar la gloria, que dio Dios á su criatura: por tanto te privará Dios del imperio, y morirás con mucho dolor, y tormento. Oyendo esto el emperador, mandóla encerrar en un templo de un ídolo, que tenía por nombre Zeo, cerrarle la puerta de afuera, y sellarla con su sello. Venían cada día el emperador y los sacerdotes á la puerta del templo, y no osaban entrar dentro; porque oían muchas voces de ángeles, que descendieron á ella del cielo. El emperador, oyendo esto, decía, á los que iban con él: El gran dios Zeo juntó á todos los dioses, para enseñar á santa Martina su doctrina. Al tercero dio mandó el emperador sacrificar muchos toros, y abrir las puertas del templo; para ofrecer al ídolo de Zeo. Abriendo el templo, vieron estar á santa Martina con gran claridad, y alrededor de ella unos varones de hermosura celestial; y al ídolo Zeo estar en tierra quebrantado, y despedazado. Maravillándose el emperador de esto, dijo á santa Martina: ¿En dónde está mi dios Zeo? Respondióle santa Martina, y dijo: Mi Señor Jesucristo lo quebrantó y desmenuzó, así como desmenuzó á Archemida y á Apolo. Oyendo esto el emperador, mandóla sacar fuera de la ciudad á descabezar; y se oyó una voz del cielo, que dijo: Virgen Martina, porque has peleado así como varón por mi amor, entra en mi reino con mis escogidos, para que te alegres con ellos para siempre en mi paraíso. Oyendo los carniceros lo que descendía del cielo, cayeron en tierra así como muertos. Vino luego el Papa, con toda la clerecía: tomaron el cuerpo de santa Martina, y lleváronlo luego á enterrar con mucha alegría: y ese mismo día fué herido el emperador de gran dolor de corazón, y comenzó á despedazar sus carnes con gran dolor, y á decir en alta voz: Ten misericordia de mí, Dios de los cristianos; pues soy muy atormentado porque perseguí tu nombre santísimo: así como yo hice, haces tú de mí: y tembló la tierra, y creyeron en aquel día en nuestro Señor Jesucristo dos mil trescientos gentiles. Santa Martina fué martirizada el cuarto día de enero; y la Iglesia hace fiesta á honra, y gloria del Señor, el cual con el Padre, y con el Espíritu santo, vive y reina por todos los siglos. Amen.

Fuente: La leyenda de oro para cada día del año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset, Butler, Godescard, etc

Colabora con nostros compartiendo...

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on telegram
Telegram

O invítanos un cafecito...

Invitame un café en cafecito.app

Leave a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *

SAN LEONARDO, CONFESOR

San Leonardo nació en Francia, de padres nobles é ilustres, muy favorecidos del rey Clodoveo, que fué el primer rey de Francia cristiano, del cual

Leer más »

SANTA BERTILA, ABADESA

Santa Bertila, abadesa, nació de ilustre familia en Soissons. Desde su infancia se la vio preferir el amor de los bienes celestiales al de las

Leer más »

San Martín de Porres

EL MAS ILUSTRE DE LOS PERUANOS Humildad, profusión de dones, vida extraordinaria. Sin duda uno de nuestros santos más populares y queridos, que por sus

Leer más »