Cornelio fué bautizado por el apóstol san Pedro el año cuarenta de Jesucristo. Hallándose este apóstol en Joppe, tuvo una visión en la cual una voz del cielo le mandaba comer indiferentemente de toda clase do viandas, sin distinción do animales, mundos é inmundos, imagen simbólica, que abolía la distinción entre judíos y gentiles, v que siguiese sin titubear á tres hombres que le buscaban. Estos tres hombres eran enviados por Cornelio. Pedro se fué á Cesárea, donde vivía el centurión, que se hizo instruir en la fé juntamente con toda su familia. El Espíritu santo descendió visiblemente sobre ellos, el apóstol les bautizó, y después consagró á Cornelio obispo de la misma ciudad de Cesárea, que trabajó eficazmente en la propagación del Evangelio.
Sagrada Biblia (B.A.C. -José María Bover y Francisco Cantera-)
HECHOS DE LOS APÓSTOLES
El centurión Cornelio. 10,1-48
Cierto varón en Cesárea, por nombre Cornelio, centurión de la cohorte llamada Itálica, religioso y temeroso de Dios con toda su casa, que hacía copiosas limosnas al pueblo y oraba a Dios continuamente, vio en visión claramente, como hacia la hora nona del día, un ángel de Dios que entró a él y le dijo: Cornelio. El, mirándole fijamente y amedrentado, dijo: ¿Qué hay, Señor? Díjole: Tus oraciones y tus limosnas subieron como memorial en el acatamiento de Dios. Y ahora despacha hombres a Jope y haz venir a un tal Simón que se apellida Pedro. Este se hospeda en casa de un tal Simón, curtidor, que tiene su casa a la orilla del mar. Así que se partió el ángel que le hablaba, llamando a dos de sus criados y a un soldado piadoso de los que estaban constantemente a sus órdenes, y habiéndoselo referido todo, los despachó a Jope.
Al día siguiente, mientras ellos iban su camino, y cuando se acercaban ya a la ciudad, subió Pedro a la azotea para orar hacia la hora sexta. Le entró hambre, y quería tomar algo; mas, mientras se lo preparaban, le sobrevino un éxtasis. Y contempla el cielo abierto y una especie de recipiente que bajaba, a manera de un lienzo grande, y, cogido por los cuatro cabos, se descolgaba hacia la tierra; en el cual había toda suerte de cuadrúpedos, reptiles de la tierra y volátiles del cielo. Y sonó una voz a él: Levántate, Pedro; sacrifica y come. Mas Pedro dijo: De ninguna manera. Señor, pues jamás comí cosa profana e impura. Y una voz desde el cielo por segunda vez a él: Lo que Dios purificó, tú no lo hagas profano. Esto se verificó hasta tres veces, y luego el recipiente fue elevado hacia el cielo. Y mientras Pedro andaba pensando, sin acertar qué podría significar la visión que vio, de pronto los hombres enviados por Cornelio, tras de haber andado preguntando por la casa de Simón, se presentaron a la puerta; y habiendo llamado a voces, preguntaban si Simón el apellidado Pedro se hospedaba allí. Y estando Pedro embebido en el pensamiento de la visión, díjole el Espíritu: Ahí están tres hombres que te buscan; pero. . . levántate, baja y marcha con ellos, dejando toda vacilación, pues yo los he enviado. Bajando Pedro a los hombres, dijo: Ahí me tenéis, yo soy el que buscáis. ¿Cuál es la causa por que habéis venido? Ellos dijeron: Cornelio centurión, varón justo y que teme a Dios, acreditado además por el testimonio de toda la nación de los judíos, recibió aviso de Dios, comunicado por un ángel santo, de que te hiciese venir a su casa y escuchase lo que tú le dijeses. Invitándolos, pues, a entrar, los hospedó.
Al día siguiente, levantándose, partío con ellos, y algunos de los hermanos de Jope fueron con él. Y al siguiente día entró en Cesárea. Cornelio estaba aguardándolos, habiendo convocado a sus parientes y a los amigos íntimos. Y en el momento en que entraba Pedro, saliendo a su encuentro Cornelio, cayendo a sus pies, le adoró. Mas Pedro le levantó, diciendo: Levántate; también yo mismo soy hombre. Y conversando con él, entró, y se encuentra con los que habían concurrido, que eran muchos; y les dijo: Vosotros sabéis cómo es abominación para un hombre judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero a mí me enseñó Dios a no llamar profano o impuro a ningún hombre. Por lo cual, sin replicar palabra, vine al ser llamado. Pregunto, pues, ¿por qué motivo me mandasteis llamar? Y Cornelio dijo: Hace cuatro días ahora estaba yo a la hora nona haciendo oración en mi casa, cuando de pronto se presentó delante de mí un varón con vestidura refulgente y dice: Cornelio, fue escuchada tu oración, y tus limosnas fueron recordadas en el acatamiento de Dios. Manda, pues, recado a Jope y haz llamar a Simón, que se apellida Pedro. Este se hospeda en casa de Simón curtidor, a la orilla del mar. Al punto, pues, te mandé recado, y tú hiciste bien en venir acá. Así que ahora todos nosotros, en la presencia de Dios, estamos aquí dispuestos a escuchar todo lo que te ha sido ordenado por el Señor.
Y desplegando Pedro sus labios, dijo: A la verdad entiendo ahora que no es Dios aceptador de personas, sino que en toda nación el que le teme y obra justicia le es acepto. La palabra que envió a los hijos de Israel, anunciando la buena nueva de la paz por medio de Jesu-Cristo -este es el Señor universal—…; vosotros conocéis la palabra esparcida por toda la Judea, comenzando por la Galilea, después del bautismo que Juan predicó: a Jesús el de Nazaret, como le ungió Dios con Espíritu Santo y poder, el cual discurrió por todas partes derramando bienes y sanando a todos los tiranizados por el diablo, puesto que Dios estaba con él. Y nosotros somos testigos de todo cuanto obró, tanto en el país de los judíos como en Jerusalén; a quien llegaron a matar colgándole de un madero.
A este Dios resucito al tercer día, e hizo la gracia de que se manifestase visiblemente, no a todo el pueblo; sino a los testigos de antemano elegidos por Dios, a nosotros, que con él comimos y bebimos después de haber él resucitado de entre los muertos; y nos ordenó predicar al pueblo y testificar que él es el constituido por Dios juez de vivos y muertos. A éste rinden testimonio todos los profetas, anunciando que por su nombre recibe remisión de los pecados todo el que cree en él.
Estando aún Pedro hablando estas palabras, cayó el Espíritu Santo sobre todos los que oían la palabra. Y se asombraron los fieles de la circuncisión, cuantos habían venido con Pedro, de que aun sobre los gentiles hubiera sido derramado el don del Espíritu Santo; porque les oían hablar en lenguas y engrandecer a Dios. Entonces intervino Pedro, diciendo: ¿Tiene acaso alguno derecho de impedir el acceso al agua para que no sean bautizados éstos, que recibieron el Espíritu Santo lo mismo que nosotros? Y dio orden que fueran bautizados en el nombre de Jesu-Cristo. Entonces le rogaron que se quedase allí algunos días.