LA DEDICACIÓN DE LA IGLESIA DE SAN PEDRO Y SAN PABLO

Escribiendo san Juan Crisóstomo sobre la epístola segunda de san Pablo á los corintios, y hablando de la gloria que da Dios á sus siervos aun en esta vida, y cómo los ensalza más que á los reyes y emperadores; dice estas palabras:«Los sepulcros de los que han servido a Cristo crucificado sobrepujan á los palacios de los reyes, no tanto en la grandeza y hermosura de los edificios (aunque también en esto les hacen ventaja), sino en otra cosa más importante, que es en la muchedumbre de los que con devoción y alegría acuden á ellos.
Porque el mismo emperador que anda vestido de púrpura, va á los sepulcros de los santos y los besa sin fausto, postrado en el suelo, suplica á los mismos santos que rueguen a Dios por él: y el que trae corona real en la cabeza tiene por gran favor de Dios que Pedro, pescador, y Pablo, que ganaban de comer con el trabajo de sus manos, sean sus protectores y defensores, y se lo suplican y piden con muchas veras».
Esto es de san Crisóstomo: y el gloriosísimo padre san Agustín dice: «Ahora á la memoria del Pescador se inclinan las rodillas del emperador: resplandecen las piedras preciosas de la corona imperial, donde más se sienten los beneficios del pescador»: y en otro lugar: «Bien veis como la eminencia y suprema majestad del imperio romano se humilla delante del sepulcro del Pescador, y pone sus pies en la corona imperial».
Cuan gran verdad sea la que dicen estos santísimos y sapientísimos doctores, claramente se ve hoy en la fiesta que la santa Iglesia celebra en la Dedicación de los templos de san Pedro y san Pablo: porque el emperador Constantino, después que fué bautizado, queriendo honrar á estos dos príncipes de los apóstoles, y edificarlos templos en aquel lugar que llamaban la Confesión de san Pedro (por estar allí sepultado su santo cuerpo); quitándose la diadema imperial de la cabeza, y postrado en tierra, hizo oración con muchas lágrimas, y luego tomó un azadón y abrió las zanjas, y sacó doce espuertas de tierra, que por sí mismo llevó de allí en honra de los doce apóstoles, y señaló un lugar donde se hiciese una iglesia al príncipe de todos ellos, san Pedro.
Acabóse el templo y consagróle san Silvestre, papa, en 18 de noviembre, año de Cristo de 324, y puso en él un altar de piedra, mandando que de allí adelante los altares fuesen de piedra.
Edificó también el mismo emperador Constantino al apóstol san Pablo en la vía Ostiense otra iglesia, y enriqueció la una y la otra con muchas rentas, y adornólas de ricas y preciosas joyas; y esta es la fiesta que hoy celebramos: y con mucha razón; porque ¿qué argumento podemos tener del poder de Cristo crucificado más eficaz, que ver postrado al emperador y monarca del mundo al sepulcro de un pescador, que también fue crucificado por el mismo Cristo? O ¿qué triunfo se puede imaginar más ilustre y glorioso, que ver a Constantino, vencedor y triunfador del mundo, llevar las espuertas de tierra sobre sus hombros para servir de jornalero en el edificio del templo del pescador?
O ¿qué mayor gloria y ensalzamiento se puede dar á un hombre mortal acá en la tierra, que la que dio el Señor á san Pedro tal día como hoy, con este hecho de Constantino? ¿Y la que después le ha dado sujetando á sus pies la cumbre de los imperios y reinos, y trayendo á su sagrado sepulcro tantas gentes y naciones, que vienen de tan diferentes provincias y tierras á Roma, para reverenciar y adorar sus preciosos huesos y cenizas, y encomendarse al patrocinio de este glorioso príncipe de los apóstoles, teniéndole por su principal amparo y defensor? Y no solamente después que el emperador Constantino edificó en Roma en el Vaticano aquel suntuosísimo templo á san Pedro, han venido á él en romería los fieles (como hemos dicho), sino también antes que se edificase, había en la Iglesia católica esta devoción: y muchos, aun en tiempo de las persecuciones atrocísimas de los tiranos, de muy lejas tierras venían á Roma para visitar Limina Apostolorum, que así llamaban aun entonces las iglesias de san Pedro y san Pablo: porque á los umbrales de las puertas de sus templos se postraban y derribaban en el suelo, besándolas con singular piedad y devoción. Y siempre se han tenido en gran veneración aquellos sagrados lugares.
Y han sido respetados en tanto grado, que los mismos bárbaros que saquearon y destruyeron la ciudad de Roma, no se atrevieron á tocar cosa de ellos, ni hacer daño á persona que á ellos se acogiese, por tenerlos por lugares de refugio, privilegiados ó inviolables, como más largamente lo dijimos en la vida de san Pedro, á los 29 días del mes de junio. Otros templos edificó el emperador Constantino, que referimos en la fiesta de la Edificación de la basílica ó iglesia del Salvador, que es á los 9 de este mes de noviembre. El Martirologio romano hace mención de la Dedicación de la iglesia de San Pedro y San Pablo, y el cardenal Baronio en sus anotaciones, y en el III tomo de sus Anales trata docta y copiosamente de ella.

 FuenteLa leyenda de oro para cada día del año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset, Butler, Godescard, etc

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