SAN PEDRO Y SAN PABLO, APOSTOLES

Martirologio Romano: Solemnidad de san Pedro y san Pablo, apóstoles. Simón, hijo de Jonás y hermano de Andrés, fue el primero entre los discípulos que confesó a Cristo como Hijo de Dios vivo, y por ello fue llámado Pedro. Pablo, apóstol de los gentiles, predicó a Cristo crucificado a judíos y griegos. Los dos, con la fuerza de la fe y el amor a Jesucristo, anunciaron el Evangelio en la ciudad de Roma, donde, en tiempo del emperador Nerón, ambos sufrieron el martirio: Pedro, como narra la tradición, crucificado cabeza abajo y sepultado en el Vaticano, cerca de la vía Triunfal, y Pablo, degollado y enterrado en la vía Ostiense. En este día, su triunfo es celebrado por todo el mundo con honor y veneración. ( s. I)

LA RESPUESTA DE AMOR

“¿Simón, hijo de Juan; me amas?” He aquí el momento en que se escucha la respuesta que el Hijo del Hombre exigía del pescador de Galilea. Pedro no teme la triple interrogación del Señor. Desde aquella noche en que el gallo fué menos solícito para cantar que el primero de los Apóstoles para renegar de su Maestro, continuas lágrimas cavaron dos surcos en sus mejillas; ha luido el día en que cesen estas lágrimas. Desde el patíbulo en que el humilde discípulo ha pedido le claven cabeza abajo, su corazón generoso repite, por fin sin miedo, la protesta que, desde la escena de las orillas del lago de Tiberíades, ha consumido silenciosamente su vida: “¡Sí, Señor, tú sabes que te amo!”

EL AMOR, CARACTERÍSTICA DEL SACERDOCIO NUEVO

El amor es la característica que distingue el sacerdocio de los tiempos nuevos del ministerio de la ley de servidumbre. El sacerdote judío, impotente, temeroso, no sabía sino derramar sangre de victimas simbólicas sobre un altar simbólico también. Jesús, Sacerdote y Víctima a la vez, exige más de aquellos a quienes llama a participar de la prerrogativa que le hace Pontífice eterno según el orden de Melquisedec “No os llamaré en adelante siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su Señor; sino que os he llamado mis amigos porque os he comunicado todo lo que he recibido del Padre. Como mi Padre me ha amado, así os amo yo; permaneced en mi amor”.

Ahora bien, para el sacerdote admitido de esta manera a la unión con el Pontífice eterno, el amor no es completo, si no se extiende a la humanidad rescatada en el gran Sacrificio. Y nótese que para él es más estricta la obligación, común a los cristianos, de amarse como miembros de una misma Cabeza; pues por su sacerdocio se hace partícipe de la Cabeza, y con esta participación, la caridad debe tener en él algo del carácter y grandeza del amor que esa Cabeza tiene a sus miembros. Y ¿cuánto mayor será, si, al poder que tiene de inmolar a Cristo mismo, y al deber que le obliga a ofrecerse con él en el secreto de los Misterios, la plenitud del Pontificado le añade la misión pública de dar a la Iglesia el apoyo que necesita y la fecundidad que el Esposo celestial espera de ella? Entonces es cuando, según la doctrina sostenida siempre por los Papas, por los Concilios y por los Padres, el Espíritu Santo le adapta a su misión sublime, identificando enteramente su amor con el del Esposo cuyas obligaciones asume y cuyos derechos ejerce.

EL AMOR DE SAN PEDRO

Al confiar a Simón hijo de Juan la humanidad redimida, el primer cuidado del Hombre-Dios fué asegurarse de que sería fiel vicario de su amor; de que, habiendo recibido más que los otros, le amaría más que todos; de que, siendo heredero del amor de Jesús para los suyos que estaban en el mundo, los debía amar, como El, hasta el fin. Por esto, la exaltación de Pedro a las cumbres de la Jerarquía sagrada, concuerda en el Evangelio con el anuncio de su martirio siendo Sumo Pontífice, tenía que seguir hasta la cruz al Jerarca supremo.

Ahora bien, la santidad de la criatura y, a la vez, la gloria de Dios Creador y Salvador, tienen su completa realización en el Sacrificio, que junta al pastor y al rebaño en un mismo holocausto.

Por este fin último de todo pontificado y de toda jerarquía, Pedro recorrió toda la tierra, después de la Ascensión de Jesús. En Joppe, cuando estaba aún al principio de sus correrlas apostólicas, se apoderó de él un hambre misteriosa:

“Levántate, Pedro; mata y come”, le dijo el Espíritu; y al mismo tiempo una visión simbólica ponía ante sus ojos los animales de la tierra y las aves del cielo. Eran los gentiles que debía reunir, en la mesa del banquete divino, con los fieles de Israel. Vicario del Verbo, se haría participante de su inmensa hambre; su caridad,-como fuego devorador, se asimilaría los pueblos; y, ejerciendo su título de jefe, llegaría un día en que, verdadera cabeza del mundo, haría de esta humanidad, ofrecida como presa a su avidez, el cuerpo de Cristo en su propia persona. Entonces, nuevo Isaac, o más bien verdadero Cristo, verá levantarse delante de él la montaña en donde Dios mira, esperando el sacrificio.

EL MARTIRIO DE SAN PEDRO

Miremos también nosotros, pues ha llegado a ser presente ese futuro, y, como en el Viernes Santo, participamos en el desenlace que se anuncia. Participación dichosa, toda triunfal: aquí, el deicida no mezcla su nota lúgubre al homenaje del mundo, y el perfume de inmolación que ahora sube de la tierra, no llena los cielos sino de suave alegría. Se diría que la tierra, divinizada por la virtud de la hostia adorable del Calvario, se basta a sí misma. Pedro, simple hijo de Adán, y, con todo eso, verdadero Sumo Pontífice, avanza llevando el mundo: su sacrificio va a completar el de Jesucristo, que le invistió con su grandeza; la Iglesia, inseparable de su Cabeza visible, le reviste también con su gloria. Por la virtud de esta nueva cruz que se levanta, Roma se hace hoy la ciudad santa. Mientras Sión queda maldita por haber crucificado un día a su Salvador, Roma podrá rechazar al Hombre-Dios, derramar su sangre en sus mártires: ningún crimen de Roma prevalecerá sobre el gran hecho que ahora se realiza; la cruz de Pedro le ha traspasado todos los derechos de la de Jesús, dejando a los judíos la maldición; ahora Roma es la verdadera Jerusalén.

EL MARTIRIO DE SAN PABLO

Siendo tal la significación de este día, no es de maravillar que el Señor la haya querido aumentar aún más, añadiendo el martirio del Apóstol Pablo al sacrificio de Simón Pedro. Pablo, más que nadie, habla prometido con sus predicaciones la edificación del cuerpo de Cristo; si hoy la Iglesia ha llegado a este completo desenvolvimiento que la permite ofrecerse en su Cabeza como hostia de suavísimo olor, ¿quién mejor que él merecía completar la oblación? Habiendo llegado la edad perfecta de la Esposa, ha acabado también su obra. Inseparable de Pedro en los trabajos por la fe y el amor, le acompaña del mismo modo en la muerte; los dos dejan a la tierra alegrarse en las bodas divinas selladas con su sangre, y suben juntos a la mansión eterna, donde se completa la unión.

VIDA DIVINA

San Pedro después de Pentecostés organizó con los otros apóstoles la Iglesia de Jerusalén, luego las de Samaria y Judea, y recibió en la Iglesia al centurión Cornelio, el primer pagano convertido. Habiendo escapado milagrosamente de la muerte que le tenía preparada el Rey Herodes Agripa, dejó Jerusalén y se dirigió a Roma donde fundó, alrededor del año 42, la Iglesia que sería más tarde el centro de la Catolicidad. Desde Roma emprendió varias excursiones apostólicas. Hacia el año 50 se encuentra en Jerusalén para el concilio que decidió la admisión de los gentiles en la Iglesia, sin obligarlos a las observancias de la ley mosaica. Partió luego a Antioquía, al Ponto, Galacla, Capadocia, Bitinia, y a la provincia de Asia. Un incendio destruyó Roma hacia el año 64, y acusando Nerón a los cristianos de tal catástrofe, los hizo encarcelar en masa. Muchos cientos, quizá millares, fueron condenados a muerte con diversos tormentos: unos crucificados, otros quemados vivos, otros fueron entregados a las bestias en el anfiteatro, otros decapitados. San Pedro, encarcelado, según antigua tradición, en la cárcel Mamertina, fué crucificado con la cabeza abajo en los jardines de Nerón, sobre la colina del Vaticano, y allí mismo fué enterrado. No se conoce la fecha exacta de su martirio: se debe colocar entre el año 64 y el 67.

LA FIESTA DEL 29 DE JUNIO

Después de las grandes solemnidades del año Litúrgico y de la fiesta de San Juan Bautista, no hay otra más antigua y universal en la Iglesia que la de los dos principes de los Apóstoles. Muy pronto Roma celebró su triunfo en la fecha misma del 29 de Junio, que los viera subir al cielo. Este uso prevaleció luego sobre el de algunos lugares, que habían puesto la fiesta de los Apóstoles en los últimos días de Diciembre. Fué ciertamente un hermoso pensamiento el hacer así de los padres del pueblo cristiano el cortejo del Emmanuel, a su venida al mundo. Pero, como ya hemos visto, las enseñanzas de este día tienen ellas solas, una importancia preponderante en la economía del dogma cristiano; son el complemento de toda la obra del Hijo de Dios; la cruz de Pedro da estabilidad a la Iglesia, y señala al espíritu de Dios el centro inmovible de sus operaciones. Roma estuvo inspirada cuando, reservando al discípulo amado el honor de velar por sus hermanos cerca del pesebre del Niño Jesús, guardaba el solemne recuerdo de los príncipes del apostolado en el día escogido por Dios para consumar sus trabajos y coronar juntamente con su vida el ciclo de los misterios.

EL RECUERDO DE LOS DOCE APÓSTOLES

Pero no debemos olvidar en tan gran día a los otros operarios del padre de familia, que también regaron con sus sudores y su sangre todos los caminos del mundo, para acelerar el triunfo y reunir a los convidados al festín de las bodas’. Gracias a ellos se predicó entonces definitivamente la ley de gracia por todas las naciones, y la buena nueva resonó en todos los idiomas y en todos los confines de la tierra. Por eso, la fiesta de San Pedro, completada de un modo especial por el recuerdo de su compañero de martirio, Pablo, fué considerada desde muy antiguo como la del colegio entero de los Apóstoles. Se creyó antiguamente que no se podía separar de su glorioso jefe a aquellos a quienes el Señor habla unido tan estrechamente en la solidaridad de su obra común. Sin embargo de eso, con el tiempo se fueron consagrando sucesivamente fiestas a cada uno de ellos, y la del 29 de Junio quedó dedicada exclusivamente a los dos príncipes puyo martirio ilustró este día. Y muy pronto la Iglesia romana, creyendo que no podia celebrarlos convenientemente a los dos en un mismo día, dejó para el día siguiente el honrar más explícitamente al Doctor de las naciones.

Fuente: Año Litúrgico de Dom Próspero Guéranguer

San Pedro y San Pablo

SAN PEDRO Y SAN PABLO

Comentario del Dr. Plinio Corrêa de Oliveira
Selección biográfica

Hoy es la fiesta de San Pedro y San Pablo. Estamos festejando el 19° centenario del martirio de los dos apóstoles.
Respecto de los apóstoles San Pedro y San Pablo, Dom Guéranger, en el Année Liturgique, tiene las siguientes palabras:

Santos Pedro y Pablo  presentando la Iglesia a Dios,  escuela veneciana, siglo XIV

“Pedro y Pablo no cesan de oír las oraciones de sus devotos. El tiempo no disminuye sus poderes, y más en el cielo que otrora en la tierra, la grandeza de los intereses generales de la Iglesia no los absorbe lo suficiente como para descuidar el menor de los habitantes de esta gloriosa ciudad de Dios, de la cual eran y siguen siendo príncipes.
”Uno de los triunfos del demonio en nuestra época fue el de haber adormecido, en este punto, la fe de los justos. Es preciso insistir para terminar ese sueño funesto, que nos llevará al olvido de que el Señor quiso confiar a los hombres el cuidado de continuar su obra y representarlo visiblemente en la tierra.

”San Ambrosio exalta la eficaz y viva acción apostólica que no descansa de la Iglesia, y expresa con delicadeza y profundidad el papel de Pedro y Pablo en la salvación de los elegidos. La Iglesia, dice él, es un navío en el que Pedro debe pescar y en esa pesca él recibe órdenes de usar a veces la red, a veces el anzuelo. Gran misterio, porque esa pesca es toda espiritual. La red protege, el anzuelo hiere; la red atrapa multitud, en cambio el anzuelo al pez solitario. El buen pez no repele el anzuelo de Pedro, que no mata, sino que convierte. Preciosa herida cortante, que en la sangre permite profesar la misma fe de Pedro y pagar el tributo al apóstol y maestro.

”Entonces, no te subestimes porque tu cuerpo es débil; de tu boca tienes que pagar a Cristo y a Iglesia y a Pedro.
”Porque en nosotros hay un tesoro: el Verbo de Dios. La confesión de Jesús lo pone en nuestros labios. Es por esto que Él dice a Simón: Id mar adentro, esto es, al corazón del hombre, porque el corazón del hombre en sus escondrijos es como las aguas profundas. Id mar adentro, esto es, a Cristo, porque Cristo es la reserva profunda de las aguas vivas en la cual están los tesoros de la sabiduría y de la ciencia.

”Pedro continua pescando todos los días. Todos los días el Señor le dice: id mar adentro. Pero me parece oír a Pedro: Maestro, trabajamos toda la noche, sin conseguir nada. Pedro sufre cuando somos duros de corazón.

”Pablo también está luchando por nuestras almas. ¿No nos dijo que nadie sufre sin que él también sufra? Debemos actuar de manera de no hacer sufrir por nuestra culpa a los apóstoles”.

Comentarios del Profesor Plinio

El llamado de San Pedro, ilustración del siglo XIV


Son muy bellas palabras y podríamos hacer un comentario sobre cada una de ellas. Lo primero es esa primera parte, esa interesante referencia de Dom Guéranger de que la Providencia permitió que la fe de los justos se volviera somnolienta respecto al papel de que desde lo alto del cielo San Pedro y San Pablo desempeñan para el bien de la Iglesia Católica y para la salvación de las almas.

Es curioso, pero la devoción a los apóstoles disminuyó mucho, a excepción de la devoción a San Judas Tadeo, que era exactamente un apóstol casi desconocido y que durante algún tiempo incluso levantó algunas sospechas porque la gente pensaba que este Judas podría ser Judas Iscariote, también un miembro del colegio de los apóstoles. A excepción de la devoción a San Judas, que se convirtió en patrón de los imposibles, la devoción a los otros apóstoles disminuyó mucho.

Esta disminución es completamente irracional, ya que es evidente que la misión de los apóstoles no disminuyó con el tiempo. Por el contrario, sabemos que su misión continúa ahora y continuará hastael fin de los tiempos. Ellos no fueron apóstoles para una sola época. Ellos no fueron hombres que salvaron almas en los primeros días de la Iglesia y luego se fueron al cielo donde no hacen nada. Ellos están allí ahora con Nuestro Señor Jesucristo mirando y ejerciendo un rol sobre toda la Iglesia.

El apostolado que ellos hicieron en sus tiempos fue una semilla que ellos plantaron que contenía el apostolado de todas las épocas. Desde el cielo ellos continúan nutriéndolo y desarrollándolo. Por lo tanto, la devoción a ellos es una cosa necesaria, y esta selección nos da una oportunidad para encomendarnos a San Pedro y San Pablo, para rezarles, y para aumentar nuestra devoción para con ellos.

Lo segundo, la selección parece insinuar una diferencia entre el apostolado de San Pedro―hecho con un anzuelo― y el de San Pablo ―hecho con una red―. La distinción entre estos dos métodos diferentes de apostolado es útil. El apostolado de la red tiene la intención de atrapar a un gran número de personas, el apostolado del anzuelo está destinado a alcanzar tal o cual persona en particular.

Lo tercero, el texto habla muy bien del apostolado de anzuelo, diciendo que el anzuelo hiere la boca del pez, pero es a través de esta incisión que se paga el precio de su conversión. Hay conversiones que son muy difíciles, que sólo son posibles a través de grandes sacrificios y sufrimientos. La sangre exigida por el gran esfuerzo es el precio pagado para hacer parte de la Iglesia Católica. Esta es una característica normal del apostolado del anzuelo.

Hay conversiones, sin embargo, que no son dolorosos. En la Edad Media, por ejemplo, tenemos los maravillosos ejemplos de las conversiones de los reyes que trajeron naciones enteras con ellos: el reino de los francos vino a la Iglesia con Clovis, los húngaros con San Esteban, el polaco con Wenceslao, el ucraniano con San Vladimir, y así sucesivamente. Estos fueron apostolados de red que llevaron a una multitud de almas sin ningún sufrimiento especial.

Lo cuarto, otra hermosa parte de esta selección habla del apostolado cuando es infructuoso. San Pedro y San Pablo experimentaron enormes dificultades en sus apostolados, y también disfrutaron momentos de éxitos extraordinarios. No eran trabajos sencillos con un “happy endings”. Era un trabajo duro a lo largo de caminos rocosos que requirieron de mucha oración y ayuda sobrenatural para seguir adelante. Sin esta ayuda, el apostolado es infructuoso.

Debemos recordar esto en nuestro propio apostolado. Debemos tener en cuenta que San Pedro había pescado toda la noche y no tuvo éxito. Pero cuando le pidió a Nuestro Señor que lo ayudara, la red se levantó del agua llena de peces.

Esta referencia a la pesca milagrosa sirve para ayudar a aumentar nuestra humildad y espíritu sobrenatural. Sin la ayuda sobrenatural, sin la ayuda de Dios, por intercesión de Nuestra Señora, nuestro apostolado será estéril.
Vemos que esto se traduce en una mayor gloria de Nuestra Señora y tiene que aumentar en nosotros el deseo deacercarnos a Ella. Ella que es nuestra amorosa y omnipotente suplicante delante de Dios, que con su oración puede obtener todo lo que Ella pide.

[Santo del día del 29 de junio de 1967] Los santos del día eran unas breves reuniones en las que el Prof. Plinio ofrecía un comentario relacionado con el santo que se celebraba ese día.

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