San Pío de Pietrelcina, O.F.M. Cap.

MILAGROS EN EL SIGLO XXI

El Padre Pío y las estrategias de Dios

Una de las múltiples formas de intervención divina en los acontecimientos humanos, para atraer las almas hacia el bien y apartarlas del mal, son los milagros.

Marzo de 2008: después de exhumado, el
cuerpo maravillosamente incorrupto del
Padre Pío es exhibido por primera vez

Una respuesta de Dios a la impiedad revolucionaria

En nuestra época de impiedad y amoralidad avasalladoras, podría suponerse que los hechos milagrosos fuesen raros o casi inexistentes. Pero es justamente lo contrario: desde que la Revolución Francesa hizo del agnosticismo y el ateísmo una verdadera “religión de Estado”, vienen ocurriendo, a manera de réplica divina a la irreligiosidad revolucionaria, los mayores milagros de la historia de la Iglesia. Veámoslos:

  1. Las más de 7000 curaciones inexplicables en Lourdes, iniciadas en 1858 y que continúan hasta hoy, constituyen, como decía el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, un milagro “por así decir en serie y a título permanente”;
  2. Las imágenes en negativo del Santo Sudario de Turín, captadas por el fotógrafo turinés Secondo Pia en 1898, aportaron pruebas concluyentes de la veracidad de la Pasión y muerte de Jesucristo y del “milagro de los milagros”, su Resurrección. Y desde entonces la preciosa Sábana no deja de sorprender con pruebas adicionales de su autenticidad, obtenidas a través de nuevas especialidades de la ciencia;
  3. Ya en el siglo XX el llamado “milagro del Sol”, ocurrido en Fátima el 13 de octubre de 1917 para certificar la veracidad de las apariciones de la Santísima Virgen, fue visto por más de 100 mil espectadores, el mayor número de testigos directos de un milagro en toda la Historia de la Iglesia. Fue además el único milagro de la Historia anunciado con día y hora;
  4. Cuando cayó la primera bomba atómica sobre Hiroshima, el 6 de agosto de 1945, varios sacerdotes jesuitas que se encontraban a menos de 1000 metros del centro de la explosión, particularmente devotos de la Virgen de Fátima, sobrevivieron a la hecatombe de manera absolutamente milagrosa, sin haber sufrido el menor daño físico. Su residencia fue el único edificio que permaneció en pie, en un área de 12 km². [1]

Marzo de 2008: la gran sorpresa del Padre Pío

Estos y otros memorables prodigios ocurrieron en los siglos XIX y XX. Pero, ¿podrán ocurrir hechos así en nuestro siglo XXI?

Rostro del Padre Pío
40 años después de su muerte, el rostro del Padre Pío  parecía 
el de un hombre que acabase de adormecer pocos momentos antes

Respondemos: sí, definitivamente. Tanto las curaciones en Lourdes, como las obtenidas por intercesión de santos o de fieles difuntos en proceso de beatificación o canonización, prosiguen sin interrupción en este tercer milenio.

Un ejemplo estupendo de esta acción sobrenatural lo ofrece el Padre Pío de Pietrelcina, religioso capuchino fallecido en 1968 después de una vida surcada de hechos prodigiosos, entre los cuales haber recibido en su cuerpo los estigmas de la Pasión de Cristo. Canonizado por el Papa Juan Pablo II en 2002, al cumplirse el pasado 3 de marzo 40 años de su muerte su cadáver fue exhumado, y, ante el asombro de la multitud presente —entre ellos el Arzobispo de San Giovanni Rotondo, Mons. Domenico D’Ambrosio y varios médicos forenses—, su rostro y manos aparecieron maravillosamente incorruptos, como los de un hombre que acabase de adormecer pocos momentos antes.

El extraordinario hecho se suma a la larga lista de prodigios obrados por el Padre Pío en el siglo actual, uno de los cuales sobresale por su especial significado.

Cuando todo parecía perdido…

La señora Lucrecia Tudor, curada por el Padre Pío
de un cáncer al pulmón, junto a Mons. Muresan

Pesceana es un remoto pueblito de Rumania, en el confín oriental de Europa. Sus habitantes son en su mayoría de religión greco-cismática, llamada “ortodoxa”. El sacerdote cismático local, Victor Tudor, allí residía con su madre septuagenaria, Lucrecia, quien en el año 2002, sintiéndose mal de salud, se sometió a exámenes médicos. Le fue diagnosticado un tumor canceroso en el pulmón izquierdo, y se le anunció que le quedaban pocos meses de vida.

El padre Victor comunicó el triste hecho a su hermano Mariano, pintor y restaurador de obras de arte residente en Roma, y éste acudió allí a uno de los cirujanos más famosos del mundo (quien ha operado entre otras celebridades a Bill Gates). El médico le dijo: “Haga venir a su madre a Roma y haré todo por salvarla”. Pero al examinarla se percató que su mal ya no tenía cura. Desistió de operarla, y sólo pudo indicarle algunos fármacos para mitigar los dolores que le esperaban.

Mariano decidió entonces retener en Roma a su madre por el tiempo que le restase de vida. Él trabajaba en la restauración de mosaicos de una iglesia romana. Comenzó a llevar a Lucrecia a su trabajo, para no dejarla sola en una ciudad que le era completamente extraña.

En la iglesia hay una gran imagen del Padre Pío. La señora se sentía misteriosamente atraída por aquel personaje del cual nada sabía, y Mariano le fue contando la historia del franciscano, sus estigmas, sus milagros. Ella, impresionada, pasaba los días sentada largas horas delante de aquella imagen. Más aún, absorta, le hablaba a media voz, como a una persona real y concreta. Así transcurrieron varias semanas, hasta que Mariano la llevó a un hospital para sus controles. Y entonces vino la sorpresa: para asombro de los médicos, el tumor había desaparecido completamente. ¡Lucrecia estaba curada! Emocionada, no dudó un instante en atribuir su curación a aquel fraile barbado de mirada penetrante, a quien había confiado sus penas.

Fruto del milagro: conversión colectiva de cismáticos

Efecto del milagro: el P. Victor Tudor (aquí, junto a Mons. Muresan)
 y toda su parroquia se convirtieron del cisma al catolicismo

Al enterarse de la súbita curación, el padre Victor no cabía en sí de admiración y gratitud. “Comencé a leer la vida del santo italiano. Les conté a mis parroquianos lo que había sucedido”. Todos quisieron entonces saber más de este santo católico tan poderoso. “Leíamos todo lo que encontrábamos sobre él. Su santidad nos conquistaba”, refiere el sacerdote. “Otros enfermos de mi parroquia recibieron gracias extraordinarias del Padre Pío… Entre mi gente se esparció un gran entusiasmo, y poco a poco, decidimos hacernos católicos”. El paso de la religión cismática a la Iglesia Católica no fue sin tropiezos; pero el P. Victor y sus feligreses estaban decididos, y lo dieron hasta el fin. Ahora todos están empeñados en construir un templo católico en el pueblo, dedicado al Padre Pío. El 27 de noviembre pasado el Arzobispo de Alba Julia, Mons. Lucian Muresan, presidente de la Conferencia Episcopal de Rumania, asistió a la colocación de la primera piedra junto con la agradecida Lucrecia, completamente curada.

¿Qué lecciones nos deja este milagro? —Primero, si su principal efecto ha sido la conversión a la fe católica de una parroquia cismática entera con su párroco a la cabeza, con esa curación el Padre Pío nos da una lección de verdadero ecumenismo. El cual no consiste en acercarse a miembros de otras religiones buscando sólo semejanzas con ellos e ignorando —por sentimentalismo, respeto humano o falsa prudencia— los errores que los separan de la verdadera Fe, sino en hacer resplandecer con convicción, ufanía y tacto la divina superioridad de la Iglesia Católica, única Iglesia verdadera del único Dios verdadero; o sea, en mostrar que sólo de ella puede venir el soplo de vida que regenerará la Tierra.

Pero también, el desenlace del maravilloso hecho nos debe inducir a confiar en que, por mayores que sean los peligros que amenazan en nuestro siglo a la Barca de Pedro, Jesucristo no deja de asistir a su Iglesia, conforme la promesa que Él mismo hizo de protegerla hasta el fin de los tiempos (Mt. 28, 19-20); y si fuera necesario, cumplirá esa promesa de manera milagrosa, hasta llevarla al esplendoroso triunfo anunciado en Fátima.


Notas:

[1] http://www.corazones.org/articulos/testimonios/rosario_bombaatomica.htm

 Fuente: https://tradicionyaccion.org.pe/spip.php?article36

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