SAN BRICIO, OBISPO Y CONFESOR

Martirologio Romano: En Tours, de la Galia Lugdunense, san Bricio, obispo, discípulo de san Martín de Tours, que sucedió a su maestro y durante cuarenta y siete años padeció muchas adversidades.

San Bricio

Muchos comienzan bien y acaban mal; y otros hay que habiendo dejado el buen camino que comienzan, declinan de la virtud; y después conociendo su culpa, y alumbrados con la luz del cielo, vuelven al camino derecho, y aunque con trabajo, llegan á puerto de salud. Esto vemos en San Bricio, obispo de Tours: cuya vida queremos brevemente aquí escribir.

Fué San Bricio discípulo y sucesor en el obispado á San Martín: crióse desde, niño en el monasterio que el santo había edificado, y debajo de su mano é instrucción muy religiosamente, y dió tan buenas muestras de su aprovechamiento y virtud, que el santo prelado le ordenó de presbítero. Mas la nueva dignidad, que debía encenderle más en la devoción, y acrecentar el estudio y cuidado de la perfección, le fué ocasión de entibiarle y aflojar en ella; porque después que se hizo clérigo, comenzó á desmandarse, y darse á la libertad y vida licenciosa, á gustos, entretenimientos y vanidades del siglo. Compraba esclavos, muchachos y muchachas de buen parecer: criaba caballos; y para decirlo en una palabra, vivía más como caballero libre y seglar, que no como clérigo honesto y religioso. Avisóle muchas veces el glorioso San Martín de esta mudanza de vida, y del gran escándalo que daba á todo el pueblo con su mal ejemplo: amonestólo, reprendióle, é hizo con él oficio de verdadero padre: pero Bricio, no solo no se enmendó y tomó con agradecimiento lo que el santo padre le dijo; antes se embraveció y salió fuera de sí, de tal manera, que le dijo en su cara muchas injurias y baldones, é instigado de los demonios, que el mismo San Martín había visto que le atizaban, y estaban sobre él, poco falló que no pusiese en él las manos; mas el santo le venció y sosegó con una admirable paciencia y mansedumbre. Otra vez, estando Bricio en la plaza, vino á él un enfermo que buscaba á San Marlin para que le diese salud: y preguntólo si sabía dónde estaba, porque no le podía hallar: y respondió Bricio: Si buscas aquél loco, veslo allí lejos donde está mirando como insensato, según costumbre, al cielo. Fué el enfermo al santo, y luego alcanzó de él lo que deseaba; y San Martín vino á Bricio, y le dijo: Así, ¿qué te parezco insensato? Espantóse entonces Bricio, y confundióse oyendo estas palabras, y comenzó a negar haberlas dicho, y el santo le respondió: No lo niegues; que aunque estaba lejos, mi oreja estaba pegada á tu boca cuando las dijiste. Quiero que sepas que he alcanzado de Dios que me sucedas en el obispado; pero con gran trabajo tuyo, porque has de padecer en él mucho. Oyendo esto Bricio, dijo: Ahora sí que conozco que es verdad lo que dije, y que este viejo es loco. En suma murió San Martín, y por voluntad de Dios Bricio le sucedió en el obispado. Entonces, como quien despierta de un profundo sueño, comenzó á pensar y rumiar lo que le había dicho San Martín, y a darse á la oración, y hacer bien el oficio de prelado; porque aunque era soberbio y vano, tenía fama de honesto y casto. Treinta y tres años había sido obispo, cuando se levantó una terrible tempestad para que se cumpliese enteramente lo que San Marlín le había profetizado que sería obispo, y padecería mucho. Había una mujer, que en hábito de religiosa lavaba la ropa del obispo: mudó el hábito: concibió y parió. Publicóse este hecho por la ciudad; y todo el pueblo, sin más averiguación echó la culpa al obispo, tan loca y furiosamente, que lo quisieron apedrear, clamando que hasta allí la piedad de San Marlín había cubierto su lujuria, y que nunca Dios permitiese que besando aquellas manos sacrílegas, ellos quedasen mancillados. No bastaba razón ninguna contra el furor del pueblo, ni por más que Bricio negase aquel delito, y jurase que era mentira y calumnia, todo lo que le imponían, no había hombre que lo creyese, y que no se tapase los oídos. Finalmente, mandó Bricio que allí delante de todos le trajesen al niño, que la mujer había parido, y á la sazón era de treinta días; y teniéndole allí presente le dijo: Yo te mando en nombre de Nuestro Señor Jesucristo, que si yo soy tu padre, lo digas aquí delante do toda esta gente. Y el niño respondió: No eres tú mi padre. Comenzó el pueblo á pedir y apretar á Bricio, que preguntase al niño, quién era su padre. Esto no me toca á mí, sino á vosotros: yo ya he hecho lo que conviene á mi persona. No bastó un tan claro y evidente milagro para que aquella gente alborotada y ciega se sosegase; antes atribuyendo la virtud de Dios á hechizos y malas artes, le daban empellones, y á una voz clamaban: No queremos que seas más nuestro falso pastor. Tomó San Bricio brasas encendidas en su vestido, y fuese con el pueblo hasta el sepulcro de San Martín, y allí las arrojó, quedando su ropa entera y sin quemarse, y diciendo él: Así como esta ropa mía no se ha quemado con el fuego, así mi cuerpo está exento de la carnal concupiscencia.

¿A quién no convencieran y ablandaran estos dos milagros? Pero el pueblo (permitiéndolo así el Señor) no se ablandó; antes le echó ignominiosamente de su Iglesia, y puso por obispo en su lugar á un clérigo que se llamaba Justiniano.

Echado San Bricio de su silla, se fué a Roma á dar cuenta al sumo pontífice de su trabajo, confesando clara y lisamente, que era castigo de Dios por no haber creído á los milagros que él obraba por San Martín, y por haberle tenido y llamádole insensato. El falso obispo Justiniano, para asegurar su partido, y volver por sí, se partió también para Roma; y llegando á Vercelli, en el Piamonle murió miserablemente; y los de Tours nombraron otro en su lugar, por nombre Armónico. Mandó el Papa averiguar el caso: y sabiendo la verdad lo favoreció, y al cabo de siete años mandó á Bricio que volviesen á su Iglesia, como obispo verdadero de ella, confirmado con autoridad apostólica. Él lo hizo; mas no quiso entrar en Tours: antes se quedó en una aldea, seis millas cerca de la ciudad. Dió luego una calentura á Armónico, tan recia que a media noche le acabó, y Bricio tuvo revelación de ello; y luego á la mañana dijo á sus compañeros: Vamos á enterrar á nuestro obispo de Tours, cuyo cuerpo sacaban para enterrarle, por una parte de la ciudad, al tiempo que Bricio entraba por otra. Con esto volvió Bricio á su silla, y vivió pacíficamente en ella otros siete años: y habiéndola gobernado cuarenta y siete, dio su espíritu al Señor, y la Iglesia le celebra por santo. Hace mención de él el Martirologio romano, y el de Beda, Usuardo y Adon á los 13 de noviembre. Escriben de él San Severo Sulpicio y Venancio Fortunato en la Vida de San Martín, y San Gregorio Turonense, lib. II, cap. 21, y lib. X, cap. 31, de la Historia de Francia, y de estos autores se sacó esta vida: y de ella podemos aprender lo que vale la paciencia y la oración de los santos para con Dios; pues por la de San Marlín perdonó e hizo santo á Bricio: y que ni él que está en pié, se puede tener por seguro que no caerá; ni el que está caído, pensar que no se podrá levantar; que lo uno y lo otro vemos, como pintado en esta vida de Bricio: y juntamente aunque nuestro Señor perdona las injurias que los hombres hacen á sus santos; pero que también quiere que las paguen y purguen en esta vida, dándoles trabajos y penas. Todo esto nace deja misericordia infinita y piedad del Señor.

Fuente: La leyenda de oro para cada día del año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset, Butler, Godescard, etc

Colabora con nostros compartiendo...

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on telegram
Telegram

O invítanos un cafecito...

Invitame un café en cafecito.app

Leave a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *

SAN PANTALEON, MARTIR

UN MÉDICO SANTO La Iglesia oriental celebra hoy uno de sus mayores mártires: San Pantaleón. Médico de los cuerpos y conquistador de las almas, dícese que, su

Leer más »

SAN CHÁRBEL MAKHLOUF

Gran taumaturgo del siglo XIX San Chárbel: Dedicado desde pequeño a las cosas de Dios, tenía ya en vida fama de santidad. Por el número

Leer más »

SANTA BRÍGIDA, VIUDA

Fué Santa Brígida del reino de Suecia, de padres ilustrísimos, y que descendían de la sangre real, y juntamente eran muy devotos y piadosos, como

Leer más »