En tiempo del emperador Claudio, segundo de este nombre, vino á Roma un caballero persiano, que se llamaba Mario, juntamente con su mujer Marta y dos hijos, que tenían, llamados Audifax, y Abacú, todos cuatro cristianos, y grandes siervos de Dios. El motivo que tuvieron para venir, fué el visitar los santuarios y reliquias de aquella santa ciudad, y particularmente los cuerpos de los príncipes de los apóstoles san Pedro y san Pablo, que en ella son reverenciados. Llegados á Roma, cumplieron con su devoción, y después se dieron á visitar, socorrer y consolar á los cristianos, que estaban detenidos en las cárceles, que en aquella sazón cruelmente eran atormentados. Animábanlos con sus palabras: sustentábanlos con sus limosnas: servíanlos con sus personas; y á los que morían por la fé, sepultábanlos con gran devoción y ternura: la cual era tanta, que una vez entre otras, habiendo ido á la cárcel, y lavado los pies á los cristianos que allí estaban, echaron sobre sus cabezas el agua con que los habían lavado, por haber tocado los pies de los que padecían por Cristo. Andando ocupados en estas santas obras con tanto afecto, y devoción, fueron presos por mandado del emperador, el cual quiso persuadirles, que adorasen á sus falsos dioses, y se apartasen de la fé de nuestro Señor Jesucristo; y hallándolos firmes, y constantes, y aparejados á morir, antes que hacer cosa tan sacrílega y detestable, cometió la causa de ellos á un teniente suyo llamado Musciano, para que los atormentase, y diese la muerte.
Musciano mandó desnudar al padre, y á los dos hijos, y en los ojos de Marta herir sus cuerpos terriblemente con varas,y después extenderlos en el ecúleo, y abrasar con hachas ardientes sus costados, y rasgar sus cuerpos con peines de hierro; y en todos estos tormentos estaban los santos con grande alegría, alabando y glorificando al Señor, por cuyo amor padecían. Y no era menor el regocijo de la santa mujer y madre, que con alegre rostro les decía: Estad fuertes, hijos míos. Cortáronles después las manos, y colgadas al cuello, los llevaron por la ciudad, con un pregón, que decía: No blasfeméis a los dioses; y ellos respondían: No son dioses, los que vosotros adoráis, sino demonios, que os engañan, y os echan á perder con vuestro príncipe. Y Marta recogía la sangre, que destilaba de los miembros de su marido, y de sus hijos, y ungía con esta su cabeza, con gran júbilo de su alma: tanto era el deseo, que tenia de morir por Cristo. Finalmente sacáronlos fuera de la ciudad, y en un arenal les cortaron las cabezas, y quemaron sus cuerpos, para que no fuesen honrados de los cristianos, y á Marta echaron en un pozo, donde murió. Tomó los cuerpos de los tres santos medio quemados una santa matrona, llamada Felicitas, y dióles sepultura en una heredad suya; y sacado el cuerpo de Marta del pozo, le puso con el de su marido y de sus hijos á los 19 días de enero del año del Señor de 270, en el cual la Iglesia celebra la fiesta de estos mártires; y por su intercesión hizo Dios grandes milagros, y muchas mercedes á su pueblo. Después fueron trasladados los cuerpos de los santos á la iglesia de san Adriano mártir, donde en tiempo de Sixto V, sumo pontifico, como escribe el cardenal Baronio, fueron hallados con otros cuerpos de santos, y colocados con grande reverencia, y concurso de todo el pueblo romano.
Fuente: La leyenda de oro para cada día del año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset, Butler, Godescard, etc
La Virgen de Guadalupe: desafío a la ciencia moderna
Para el ateo moderno, acostumbrado a dar valor sólo a lo que considera probado por la ciencia, el milagro de Guadalupe, en México, lo deja