Beato Jacobo Duckett

Beato Jacobo Duckett subió al patíbulo junto con su delator al que logró convertir al catolicismo

Como ocurre con otros muchos hijos de la Iglesia, James o Jacobo Duckett sólo ha pasado a su historia por un hecho puntual de su vida, aunque su existir fuera un heroísmo continuo. Un hombre normal, con una familia normal, con un trabajo honrado que le procuraba sustento para mantener a los suyos, pero con una fe inquebrantable, a pesar de las dificultades.

De nuevo hemos de dirigir nuestra mirada a los terribles tiempos de una reina excesivamente venerada por los suyos como fue Isabel I de Inglaterra, hija de Enrique VIII y Ana Bolena, su primer antojadizo matrimonio tras el repudio de su legítima mujer Catalina de Aragón. A pesar de ser conocida como “la Reina virgen” o “la buena reina Bess”, Isabel persiguió con saña a los católicos y cuenta en su reinado con un buen puñado de mártires. Aunque, curiosidades de la historia, quien lleva la fama de sanguinaria es su antecesora, María Tudor, su hermana de padre, e hija del legítimo matrimonio de Enrique VIII y Catalina de Aragón, que era católica.

En este tiempo Jacobo ejerció un apostolado singular. Él regentaba una imprenta y librería donde, lógicamente, ofrecía todo tipo de escritos legales, según el mandato del gobierno. Sin embargo, de forma encubierta proporcionaba e imprimía libros para católicos, facilitando así los medios para la oración y la formación. A pesar del riesgo, nunca tuvo ningún tipo de problemas y su trabajo a favor del apostolado nunca fue descubierto. Fue solamente la envidia y los celos de uno de sus vecinos quien puso en alerta a la guardia real de la actividad de Jacobo.

Por diversos medios subrepticios, al fin pudieron encausar a Jacobo y, condenado, fue conducido a la cárcel en espera de una sentencia de muerte. Lo que nunca podía pensar es que, poco tiempo después también su delator, por delitos comunes, acabó en la cárcel. Jacobo, a pesar de las prohibiciones, entabló amistad con su denunciante y poco a poco le fue convenciendo de la grandeza de la doctrina católica, hasta el punto de que pocos años después quiso recibir el bautismo y practicar con Jacobo, en secreto, la religión de los católicos.

En 1602, un año antes de la muerte de la reina Isabel, juntos subieron al patíbulo para morir ahorcados, el uno por su fe, el otro por castigo, pero también hijo de la Iglesia. Su fiesta el 19 de abril.

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