La santa de la caridad divina
Magdalena de Pazzis ha brillado en el Carmelo por su esplendorosa pureza y por lo ardiente de su amor.
Decía de ella San Pío X en 1908: “La Vida de Santa María Magdalena de Pazzis no es solamente un prodigio de estéril admiración, sino un vivo modelo que todos podemos y debemos en parte imitar…” Y en 1952 el Papa Pío XII: “Santa María Magdalena de Pazzi, la virgen de Florencia, brilló, más que por su nobleza, por el fervor de todas las virtudes, y, sobre todo, por su amor encendidísimo para con Dios y para con el prójimo”.
Ha sido una de las más hermosas manifestaciones de la caridad divina en el seno de la verdadera Iglesia, llevada a cabo en la sombra del claustro como Felipe de Neri en las tareas del ministerio pastoral, habiendo acogido ambos en sí mismos para cumplirla esta palabra del Hombre Dios: “He venido a prender fuego sobre la tierra y qué otra cosa quiero sino que arda’”.
La vida de la Esposa de Cristo fué un milagro continuado. Los éxtasis y raptos eran diarios. Dios le comunicó vivísimas luces sobre los misterios y con el fin de purificarla cada vez más por medio de estas sublimes manifestaciones, la hizo atravesar las más terribles pruebas de la vida espiritual. Triunfó de todas, aumentando siempre su amor hasta el extremo de que sólo podía encontrar reposo en el sufrimiento con el que alimentaba el fuego que la consumía. Al mismo tiempo su corazón rebosaba de amor por los hombres, deseando salvarlos a todos y extendiendo su caridad ardiente no sólo a las almas sino también los cuerpos. Mientras duró en la tierra esta existencia seráfica el cielo miró particularmente complacido Florencia y el recuerdo de tantas maravillas ha mantenido, en esta ciudad hasta nuestros días, un culto fervoroso a la insigne Esposa del Salvador de los hombres.
Uno de los caracteres más sorprendentes de la divinidad y de la santidad de la Iglesia aparece en estas vidas privilegiadas en las cuales la acción directa de los misterios de nuestra salud aparece con tanto esplendor. “Dios amó al mundo hasta el punto de darle su único Hijo’”, este Hijo de Dios se enamora de alguna de sus criaturas produciendo en ella tales efectos que todos los hombres pueden adquirir por ellos una idea del amor de que está abrasado su divino corazón hacia este mundo que rescató con el precio de su sangre. ¡Dichosos los que saben contemplar este espectáculo y dar gracias por tales dones! Ellos pusieron la verdadera luz y en tanto que aquellos que dudan demuestra que sus luces luchan todavía con las tinieblas de la naturaleza caída.
Vida
Santa María Magdalena de Pazzis nació en Florencia en 1566. Desde su más tierna infancia fue favorecida de gracias particulares hasta el punto de tener constantemente el sentimiento de la presencia de Dios y de poder pasar largas horas en la oración. A la edad de diez años hizo su primera comunión y poco después emitió el voto de perpetua virginidad. En 1582 ingresaba en el Carmelo donde hacía su profesión dos años después. Pero entonces vivió en un estado continuo de oración y de éxtasis frecuentes. Dios la probó con terribles sufrimientos hasta su muerte ocurrida el 25 de mayo de 1607. Numerosos milagros dieron testimonio de su santidad por lo que Clemente IX la inscribió en el catálogo de los santos en 1669.
Elogio
Tu vida aquí, oh Magdalena, se asemejó a la de un ángel a quien la voluntad de Dios hubiera sometido a las leyes de la naturaleza caída. Todas tus aspiraciones te llevaban más allá de las condiciones de la vida presente y Jesús se complacía en despertar en ti esa sed de amor que sólo podía saciarse en las fuentes de la vida eterna. Una luz celestial te revelaba los misterios divinos, tu corazón no podía contener ya los tesoros de verdad y de amor que el Espíritu Santo acumulaba en él y entonces tu energía se refugiaba en el sacrificio y en el dolor como si únicamente en el anonadamiento de ti misma hubieras podido pagar la deuda que habías contraído con ese Dios que te colmaba con sus más caros favores.
Plegaria
¿Cómo te imitaremos alma seráfica?, ¿qué representa nuestro amor junto al tuyo? Podemos, sin embargo, seguirte desde lejos. El año litúrgico era el centro de tu existencia cada una de sus estaciones ejercía sobre ti su influencia y te traía nuevas luces y nuevos ardores. El Niño de Belén, la Víctima de cruz, el Vencedor de la muerte, el Espíritu Santo con sus siete dones te arrebataban; y tu alma, renovada por esta sucesión de maravillas se transformaba cada día más en Aquel que, por adueñarse de nuestros corazones, se dignó manifestarse en estos hechos sublimes que la Santa Iglesia nos hace repasar cada año con los socorros de una gracia siempre nueva. Oh Magdalena, amaste con pasión a las almas durante tu vida mortal, pero este amor se ha acrecentado aún más con la posesión del Bien Supremo. Alcánzanos abundancia de luces para ver mejor todo aquello que hechizaba tus potencias y tus sentidos, el ardor del afecto para amar más lo que apasionaba tu corazón.
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