La escena famosa de la aparición del Arcángel San Gabriel a Nuestra Señora (la Anunciación y Encarnación) constituyó para la humanidad una hora de gracia. El Cielo, que la culpa de nuestros primeros padres había cerrado, se abrió y de él bajó un espíritu de luz y pureza, trayendo consigo un mensaje de reconciliación y de paz. Este mensaje se dirigía a la criatura más hermosa, más noble, más cándida y más benigna que jamás naciera de la estirpe de Adán. Puestas en presencia las dos personas, el diálogo se establece. Conocemos por el Evangelio cuál fue la elevación y la simplicidad inefable de las palabras entonces pronunciadas.
La naturaleza angélica, su fortaleza leve y toda espiritual, su inteligencia y pureza, todo en fin se refleja admirablemente en la figura altamente expresiva de San Gabriel, representado en este cuadro de Fray Angélico. Nuestra Señora es menos etérea, menos leve, menos impalpable, casi diríamos. Y con razón, pues es criatura humana. Sin embargo, algo de angélico se nota en toda la compostura de la Reina de los Ángeles. Y su fisonomía excede en espiritualidad, nobleza y candor a la del propio emisario celestial.
El Ángel es superior a Nuestra Señora por naturaleza. Sin embargo, la Virgen es superior al Ángel por su santidad y por su incomparable vocación de Madre de Dios. De ahí la alta dignidad que ambos —la Virgen y el Ángel— expresan, y también la recíproca veneración con que se hablan. Pero esta actitud tiene aún otra razón más profunda. Invisible, Dios manifiesta sin embargo su presencia en la luz sobrenatural que parece irradiar de ambos personajes y comunicar el esplendor de una alegría pura, tranquila, virginal, a toda la naturaleza. Casi se siente la temperatura suavísima, la brisa levísima y aromática, la alegría que impregna toda la atmósfera.
¿Cómo pintar mejor una hora de gracia? Con un sentido profundo de las cosas, Fray Angélico supo encontrar las líneas y colores necesarios para expresar todo el contenido teológico y moral del episodio evangélico mil veces famoso. Su cuadro es, sin embargo, más que esto: vale por una prédica, pues forma, eleva, anima para el bien a quien lo contempla”.
LA IMPORTANCIA DE ESTE DÍA: Anunciación y Encarnación del Verbo
Este día es grande en los anales de la humanidad, aún en los ojos de Dios: pues es el aniversario del acontecimiento más solemne que se haya cumplido en el tiempo. El Verbo divino, por el cual el Padre creó al mundo, se hizo carne en el seno de una virgen y habitó entre nosotros ‘. Adoremos la grandeza del Hijo de Dios que se humilló; demos gracias al Padre “que amó al mundo hasta darle su Hijo único 2 y al Espíritu Santo cuya virtud todopoderosa obró tan profundo misterio.” En este tiempo tenemos aquí un preludio de las alegrías de Navidad; dentro de nueve meses el Emmanuel concebido en este día, nacerá en Belén y los conciertos de los ángeles nos convidarán a celebrar este nacimiento.
LA PROMESA DEL REDENTOR
Durante la semana de Septuagésima contemplamos la caída de nuestros primeros padres y oímos la voz de Dios pronunciando la triple sentencia contra la serpiente, contra la mujer y en último lugar contra el hombre. Sin embargo de eso una esperanza se ha cobijado en nuestra alma; entre los anatemas ha brillado una promesa divina, como aurora de la salvación. ¡El Señor irritado dijo a la serpiente infernal que un dia su cabeza orgullosa será aplastada por el pie de una mujer.
Su CUMPLIMIENTO
Llegó por ñn el momento en que el Señor va a cumplir su antigua promesa. Durante miles de años el mundo estuvo esperando y a pesar de sus crímenes y maldades, esta esperanza no se apagó nunca. En el curso de los siglos la misericordia divina multiplicó los milagros, las profecías y las figuras para recordar el contrato que se dignó hacer con el hombre. La sangre del Mesías pasó de Adán a Noé; de Sem a Abrahán, Isaac y Jacob; de David y Salomón a Joaquín; ahora corre por las venas de María, hija de Joaquín. María es la mujer por la cual debe ser levantada la maldición que pesa sobre nuestra raza. Al crearla el Señor inmaculada, constituyó con esto una enemistad irreconciliable entre ella y la serpiente y, en este día, esta hija de Eva va a reparar la caída de su madre; a levantar a su sexo de la humillación en que se ha visto hundido, y cooperar directa y eficazmente a la victoria que el Hijo de Dios ha obtenido en persona sobre el enemigo de su gloria y de todo el género humano.
LA ANUNCIACIÓN
La tradición y luego la Iglesia, señaló el 25 de Marzo como el día en que se va a cumplir el misterioMaría, sola, en el recogimiento de la oración, ve aparecer delante de ella al [Arcángel bajado del cielo, que viene a recibir su consentimiento, en nombre de la Santísima Trinidad. Asistamos a la entrevista del Angel con María y retrasemos al mismo tiempo nuestro pensamiento a los primeros días del mundo. San Ireneo, obispo mártir del siglo n, fiel eco de la doctrina de los Apóstoles, nos enseñó a comparar esta tan sublime escena con la que tuvo lugar en el paraíso terrenal
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