La triple crisis del Covid-19, la agitación civil y el desastre económico están sacudiendo las bases espirituales y materiales de Occidente y del mundo. No se trata de una crisis común, pues cuestiona nuestras certezas desgastadas por el tiempo, cambia nuestra vida diaria y restringe la libertad de la Iglesia. Ante esta crisis, muchos quedan perplejos y se preguntan qué fue lo que causó estos daños. ¿Hacia dónde va Occidente? ¿Es posible evitar el caos que se aproxima?
En medio del gran peligro que amenaza Occidente, como laicos católicos que desde hace mucho defienden la civilización cristiana contra los errores del comunismo y del socialismo, Asociación Civil Fátima La Gran Esperanza y las organizaciones hermanas autónomas en los cinco continentes ofrecen su análisis del peligro y un mensaje de restauración esperanzadora.
I. La situación actual
La crisis actual se manifiesta de varios modos. Sin embargo, todos ellos presentan una unidad de propósito que tiene por fin destruir las estructuras que restan de la civilización cristiana occidental. Podemos dividirlos en tres categorías principales.
1. Una crisis sanitaria que afecta todos los aspectos de la vida
El mundo enfrenta una epidemia viral cuyo origen y diseminación apuntan sospechosamente a China. Este virus afectó sobre todo a las naciones cristianas de Europa y de las Américas, tanto en sus graves riesgos a la salud cuanto en el profundo impacto económico, social y psicológico de las draconianas medidas de salud y de confinamiento.
La así llamada nueva normalidad también está afectando la vida de cientos de millones al restringir la libertad de movimiento, interrumpir el trabajo y la educación, prohibir o limitar las reuniones y eventos culturales y, finalmente, restringir el acceso a la misa dominical y a los sacramentos.
Las personas son orientadas a acostumbrarse a un mundo de tristeza, aislamiento y subconsumo controlado por tecnócratas, no muy diferente de la pesadilla distópica de la novela 1984 de George Orwell.
2. La pandemia mostró las deficiencias estructurales de nuestro mundo globalizado
Con enormes consecuencias políticas, sociales, culturales y psicológicas, una grave crisis económica golpea nuestras puertas. Analistas de nivel mundial prevén que será mucho peor que la Gran Depresión que comenzó en 1929.
La pandemia reveló la monumental dependencia económica de Occidente, fruto descompuesto del imprudente traslado de su base manufacturera, sobre todo a China.
El resultado es una gran debilidad política en Occidente, que se encuentra muy degradado en un mundo “multipolar” en el que China comunista está asumiendo el rol del dragón. Muchos autores denuncian la disminución gradual e inevitable del poder político, militar y diplomático de Occidente en el escenario internacional. El mundo, como lo conocíamos, parece acabarse.
3. La inquietud debilita aun más a Occidente
Occidente está debilitado por focos de agitación que surgieron simultáneamente en todo el mundo, como desencadenados por una dirección común. Estos puntos incluyen:
a) La inmigración descontrolada es un mal importado que favorece la formación de enclaves extranjeros dentro de las naciones. Muchos recién llegados (especialmente migrantes musulmanes) rehúsan la integración y la asimilación, lo que crea un separatismo interno de hecho. Esto transforma a Occidente en un “espacio abierto” multiétnico, multirreligioso y multicultural sin una identidad o propósito común.
b) Otro foco es el surgimiento de políticas de identidad e ideologías de izquierda que buscan arrasar todos los restos y estructuras del pasado cristiano; esos ideales sociales “deconstruccionistas” tienen como blanco la sociedad burguesa capitalista. Muchos izquierdistas se aprovechan de las diferencias raciales y culturales para promover la lucha de clases por medio de violencia en las calles y destrucción urbana. La rebelión promovida por el movimiento Black Lives Matter en los Estados Unidos es un ejemplo típico.
Una consecuencia de la agitación es que lleva a un radicalismo que, con la ayuda de los medios de comunicación, asusta y paraliza a la mayoría silenciosa. En países donde esta mayoría reacciona, la consecuente polarización ideológica lleva a una parálisis de las instituciones democráticas, y muchos observadores incluso mencionan el riesgo de una guerra civil.
II. El hombre occidental ante este panorama
Occidente no está preparado para enfrentar esta triple crisis. Sus cimientos están corroídos por la terrible debilidad estructural de una masiva revolución cultural, como se puede ver, por ejemplo, con la crisis en la familia, la cultura de la muerte representada por el aborto y la agresiva ideología LGBT que se impone a toda la sociedad, inclusive a niños inocentes.
Sobre todo, Occidente está debilitado por una crisis espiritual. Muchos abandonan la fe y viven sin Dios o su Ley, no buscando más la gracia de Dios ni la vida sacramental. Nuestra decadencia moral nos ha debilitado y hemos olvidado nuestras raíces cristianas.
Privadas de apoyo espiritual y social, la reacción de muchas personas a nuestra triple crisis es de desconfianza y conmoción. Muchos psicólogos llaman a eso “trauma colectivo”. Poderoso, sólido, tecnológicamente perfecto y seguro de sí mismo, nuestro mundo fue sacudido hasta sus fundamentos por el nuevo coronavirus.
En pocos meses, junto con la economía occidental, muchas certezas se derrumbaron. Dichas certezas habían alimentado el optimismo de las masas en el progreso indefinido. Hoy, la crisis ha corroído la confianza en la prensa, en la ciencia, en las autoridades políticas e inclusive en los líderes religiosos.
El optimismo, rasgo característico de nuestro tiempo, está desapareciendo. El optimismo, que dos guerras mundiales no pudieron sacudir, se está disipando, llevando a una creciente ansiedad por el futuro.
En ese contexto de aprensión, muchos comienzan a cuestionar las premisas de Occidente y se preguntan: ¿Qué falló? ¿Existe alguna solución, una luz que pueda guiarnos durante esta tempestad, tranquilizarnos y restaurar la confianza en el futuro?
Estas preguntas contienen la semilla del remordimiento y unas vagas ansias por el camino de la virtud abandonado.
III. Una inmensa orfandad espiritual
En medio de la crisis, haríamos bien en ir a la fuente de la cultura cristiana para redescubrir los valores espirituales que nos formaron. De esa fuente espiritual provienen el orden, las instituciones y las gracias cristianas que nos sacarán de la actual triple crisis. Solo ese retorno de los hijos pródigos a la casa paterna puede regenerar a la sociedad en la escala y amplitud necesaria.
No obstante, nuestra incapacidad de lidiar con la triple crisis proviene del hecho de que una crisis paralela dentro de la Iglesia mina nuestras certezas, principios y valores. Esa crisis espiritual es mucho más destructiva, pues nos priva de los medios que nos ayudan a encontrar soluciones.
En esta hora suprema del Cristianismo, los fieles alzan la mirada naturalmente hacia la Cátedra de Pedro, la Autoridad Suprema de la Iglesia Católica, en busca de una palabra de consuelo y orientación. En vez de ser el baluarte de Occidente, no obstante, la Santa Sede parece indiferente a su destino. A veces, hasta da la impresión de favorecer a aquellos que atacan a Occidente con una intensidad incomparable. La inmensa orfandad espiritual occidental es el aspecto más terrible de la situación actual.
Consideremos estos hechos recientes (entre muchos que podrían ser citados) que socavan los fundamentos de la fe:
1. Mientras el Catecismo de la Iglesia Católica reiteró que los actos homosexuales “son contrarios a la ley natural” y “no pueden recibir aprobación en ningún caso” (n° 2357), y una declaración del Vaticano posterior, de 2003, condena “el reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales” [1], una declaración del Papa Francisco divulgada recientemente afirma que “las personas con una orientación homosexual tienen derecho a estar en la familia (…) Lo que tenemos que hacer es una ley de convivencia civil; tienen derecho a estar cubiertos legalmente”.
2. Con la intención de construir un “mundo nuevo” multipolar, el Papa Francisco lanzó Fratelli Tutti, una encíclica que, del punto de vista religioso, coloca a la Iglesia Católica y las Sagradas Escrituras en pie de igualdad con otras religiones y sus libros fundamentales. En nombre de una fraternidad naturalista universal y de su correspondiente “amistad social”, Fratelli Tutti proporciona las bases doctrinarias y psicológicas para un “mundo abierto” sin principios ni fronteras, sin religión definida, donde los recursos estén disponibles a todos por igual, y en que los conflictos sean resueltos por medio del “diálogo”.
3. La encíclica favorece la invasión descontrolada de migrantes a Occidente (en el caso de Europa, eso significa principalmente musulmanes). Pide la sumisión de los países a organismos internacionales como las Naciones Unidas, que resolverían problemas globales, especialmente los relacionados al clima y al medio ambiente.
4. Además de eso, y contradiciendo la doctrina social de la Iglesia, Fratelli Tutti restringe la propiedad privada y la economía de libre mercado tan ampliamente que, en la práctica, niega la licitud moral de estos dos fundamentos de la economía occidental. Otros puntos de la encíclica también preocupan. El Papa Francisco los repitió a lo largo de su pontificado y probablemente está en vías de reiterarlo en los eventos del Pacto Global sobre la Educación y La Economía de Francisco. Por ejemplo, “decrecimiento sustentable”, energía libre de carbono (o sea pauperismo como padrón de consumo) y la propiedad y gestión comunitarias propugnadas por movimientos populares de izquierda.
5. A eso se suman los horizontes indigenistas propuestos en la Encíclica Laudato Si’ y en la Exhortación Apostólica Querida Amazonia, que presentan el modo de vida tribal como modelo de vida y comunidad sustentable. Para no mencionar los horrendos actos de culto a la Pachamama en el Vaticano. Ambos documentos confirman trágicamente las previsiones del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira sobre las tendencias pauperistas y tribalistas en la Iglesia, hechas en la tercera parte de su libro Revolución y Contra-Revolución, en 1976, y en su obra Tribalismo Indígena: Ideal Comuno-misionero para el Brasil del siglo XXI, publicado en 1977.
6. La pasividad de la Jerarquía durante la crisis sanitaria quedó evidente cuando muchas autoridades religiosas llegaron más lejos que los gobernantes, prohibiendo la celebración de misas e imponiendo la comunión en la mano. Por primera vez en la historia, el clero católico celebró la Pascua sin fieles, muchos de los cuales no están volviendo a la Iglesia, agravando la apostasía creciente.
IV. ¿Existe el derecho de resistir a un Papa que abandona al Occidente cristiano?
La Iglesia Católica es universal; su nombre lo dice. Su misión es bautizar a todas las naciones, enseñándoles a observar lo que Cristo ordenó (ver Mt 28, 19-20). En ese sentido, no se identifica con una u otra área geográfica, etnia o cultura. No obstante, durante dos mil años, el fruto más visible y duradero del apostolado de la Iglesia fue la civilización cristiana occidental. Su santidad, espíritu evangelizador, profundidad filosófica y teológica, hospitales, universidades, obras de caridad, vigor económico y floreciente efecto en las artes y en las ciencias llevaron al Papa León XIII a describir en estos términos la Cristiandad medieval: “Hubo un tiempo en que la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados. En aquella época la eficacia propia de la sabiduría cristiana y su virtud divina habían penetrado en las leyes, en las instituciones, en la moral de los pueblos, infiltrándose en todas las clases y relaciones de la sociedad. La religión fundada por Jesucristo se veía colocada firmemente en el grado de honor que le corresponde y florecía en todas partes gracias a la adhesión benévola de los gobernantes y a la tutela legítima de los magistrados. El sacerdocio y el imperio vivían unidos en mutua concordia y amistoso consorcio de voluntades. Organizado de este modo, el Estado produjo bienes superiores a toda esperanza. Todavía subsiste la memoria de estos beneficios y quedará vigente en innumerables monumentos históricos que ninguna corruptora habilidad de los adversarios podrá desvirtuar u oscurecer “[2].
Hasta la llegada del Papa Francisco al solio papal, los Soberanos Pontífices reconocieron la civilización cristiana occidental como la hija primogénita de la Iglesia y procuraron defenderla.
¡Qué madre antinatural sería la Iglesia si, en una situación en que esta hija está en peligro de morir, le diese la espalda o, peor aún, ayudase a sus enemigos a atacarla hasta que muriese! La Iglesia estaría actuando como un falso pastor que entrega el rebaño a voraces lobos que quieren devorarlo. Sin embargo, esta es la actitud demostrada por muchas de nuestras más altas autoridades eclesiásticas.
Ante este escenario apocalíptico, una cuestión penetrante brota en las almas de innumerables católicos: ¿es lícito reaccionar y defender con orgullo la civilización cristiana, sus tradiciones religiosas y temporales, inclusive cuando eso implique oponerse a ciertas orientaciones emanadas de dichas altas autoridades? ¿Es legítimo resistir, en toda la extensión permitida por el Derecho Canónico, a las políticas seguidas por el Papa Francisco que amenazan la integridad, seguridad e identidades culturales de Occidente?
No tememos asumir este estado de resistencia porque su licitud moral fue implícitamente reconocida por el silencio del Papa Pablo VI y de numerosas otras autoridades eclesiásticas a la declaración de la TFP sobre la política de distensión del Vaticano con los regímenes comunistas. El documento de 1974, obra del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, fue firmado y publicado por todas las TFPs entonces existentes. En él, leemos:
“En este acto filial decimos al Pastor de los Pastores: Nuestra alma es vuestra, nuestra vida es vuestra. Mandadnos lo que queráis. Solo no nos mandéis que crucemos los brazos ante el lobo rojo que embiste. A esto nuestra conciencia se opone.
“Sí, Santo Padre —continuamos—, San Pedro nos enseña que es necesario “obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5, 29). Vos sois asistido por el Espíritu Santo y fortalecido —en las condiciones definidas por el Vaticano I— por el privilegio de la infalibilidad. Pero eso no impide que, en ciertos asuntos o circunstancias, la debilidad a que todos los hombres están sujetos pueda influir e inclusive determinar su conducta. Uno de ellos es —tal vez por excelencia— la diplomacia. Y es precisamente aquí que se sitúa su política de distensión con los gobiernos comunistas.
“Entonces, ¿qué debemos hacer? Las páginas de la presente declaración serían insuficientes para contener el elenco de todos los Padres de la Iglesia, Doctores, moralistas y canonistas de la Iglesia —muchos de ellos elevados a la honra de los altares— que afirmaron la legitimidad de la resistencia. Este género de resistencia no es separación, no es rebelión, no es acritud, no es irreverencia. Al contrario, es fidelidad, es unión, es amor, es sumisión” [3].
V. Resistencia
Resistir significa que animaremos a los católicos a reafirmar su amor por la civilización cristiana occidental y su deseo de defender sus remanentes y su cultura. Es más, promoveremos su restauración con mayor brillo y solidez, para que Occidente recupere el liderazgo mundial que merece, no por ser occidental, sino por ser católico. La civilización cristiana occidental se basa en un pasado dos veces milenario y en el hecho de tener como centro a Roma, la Sede de Pedro.
Resistir significa invitar a los líderes y pueblos occidentales a estudiar las profundas razones de su decadencia, analizadas en Revolución y Contra-Revolución, obra maestra del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, e implementar los remedios que sugiere para liberar a Occidente de esta crisis existencial.
Resistir significa que la muerte de Occidente no es el final inevitable, pues como nos recuerda el líder católico brasileño en el mismo libro: “Cuando los hombres resuelven cooperar con la gracia de Dios, entonces se operan las maravillas de la Historia: es la conversión del Imperio Romano, es la formación de la Edad Media, es la Reconquista de España a partir de Covadonga, son todos esos acontecimientos que se dan como fruto de las grandes resurrecciones de alma de que los pueblos son también susceptibles. Resurrecciones invencibles, porque no hay nada que derrote a un pueblo virtuoso y que verdaderamente ame a Dios” [4].
Resistir significa publicar respetuosamente nuestro análisis y juicio en situaciones como la Encíclica Fratelli Tutti o el endoso del Papa Francisco al reconocimiento legal de las uniones homosexuales, un golpe mortal para lo que resta de la civilización cristiana occidental.
Resistir significa denunciar con filial y respetuosa franqueza la peligrosa contradicción entre el trato privilegiado dispensado por la Santa Sede a China Roja (cuyo régimen comunista no condena) y el desdén del Papa Francisco por los grandes países de Europa y de las Américas, a los que ataca sin piedad en sus soberanías y sistemas económicos basados en la libre iniciativa y la propiedad privada. Sin embargo, este sistema está ampliamente de acuerdo con la ley natural, los Diez Mandamientos y la milenaria enseñanza de los Papas, conforme se encuentra en el Supremo Magisterio de la Santa Madre Iglesia.
Resistir significa proclamar con indómita confianza que más allá de las tempestades espirituales, de los desafíos materiales y de todos los ataques de sus enemigos, Occidente y la civilización cristiana se erguirán de nuevo, cumpliendo las proféticas palabras de la Santísima Virgen en Fátima: “¡Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará!”.
30 de octubre de 2020
LISTA DE LAS ENTIDADES FIRMANTES Asociación Civil Fátima la Gran Esperanza (Argentina) Instituto Plinio Corrêa de Oliveira (Brasil) Deutsche Gesellschaft zum Schutz von Tradition, Familie und Privateigentum e.V. (Alemania) Australian TFP, Inc. Österreichische Gesellschaft zum Schutz von Tradition, Familie und Privateigentum (Austria) Canadian Society for the Defence of Christian Civilization (Canadá) Acción Familia por un Chile Autentico, Cristiano y Fuerte Centro Cultural Cruzada (Colombia) Sociedad Colombiana Tradición y Acción (Colombia) Circulo Beato Pío IX (Ecuador) Tradición y Acción (España) American Society for the Defense of Tradition, Family, and Property (E. U. A.) Philippine Crusade for the Defense of Christian Civilization, Inc. (Filipinas) Société Française pour la Défense de la Tradition, Famille, Propriété Federation Pro Europa Christiana (Francia) Tradition, Family, Property – United Kingdom (Gran Bretaña) Irish Society for Christian Civilisation (Irlanda) Associazione Tradizione Famiglia Proprietà (Italia) Stichting Civitas Christiana (Países Bajos) Sociedad Paraguaya de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad – TFP (Paraguay) Tradición y Acción por un Perú Mayor (Perú) Fundacja Instytut Edukacji Spolecznej i Religijnej im. Ks. Piotra Skargi (Polonia) Instituto Santo Condestável (Portugal) Helvetia Christiana (Suiza) Family Action South Africa (Sudáfrica) Tradición y Acción por un Uruguay Auténtico, Cristiano y Fuerte (Uruguay) |
[1] Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales, disponible en http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20030731_homosexual-unions_sp.html.
[2] Disponible en: http://www.vatican.va/content/leo-xiii/es/encyclicals/documents/hf_l-xiii_enc_01111885_immortale-dei.html
[3] LA POLÍTICA DE DISTENSIÓN DEL VATICANO CON LOS GOBIERNOS COMUNISTAS PARA LA TFP: ¿OMITIRSE O RESISTIR?, disponible en http://asociacionfatima.org.ar/la-politica-de-distension-del-vaticano-con-los-gobiernos-comunistas-para-la-tfp-omitirse-o-resistir/
[4] Plinio CORRÊA DE OLIVEIRA, Revolución y Contra-Revolución, Tradición y Acción por un Perú mayor, Lima, 2ª Edición, 2019, p. 112.
1 thought on “Urgente llamado para resistir a la traición y a la ruina de Occidente, flor y nata de la civilización cristiana”
Buenísimo el aporte. Un cordial saludo.