Existe una tradición muy fundada de que San Proceso y San Martiniano fueron dos soldados que custodiaron al Príncipe de los Apóstoles, Pedro, y al Apóstol de los gentiles, Pablo, en la prisión Mamertina. Allí se convirtieron y poco después murieron mártires. Los romanos les dedicaron una iglesia en el siglo IV y ya en la Edad Media, ante los numerosos milagros que se les atribuían, el Papa Pascual I hizo trasladar sus restos a la Iglesia de San Pedro.
Entre los otros soldados, que guardaban a los gloriosos apóstoles san Pedro y san Pablo, al tiempo que por mandado del emperador Nerón estaban presos en Roma en la cárcel de Mamertino, dos de los más principales fueron San Proceso y San Martiniano: los cuales, viendo los milagros, que los santos apóstoles obraban allí en la cárcel, sanando a muchos enfermos, y endemoniados, y oyendo su admirable, y celestial doctrina, alumbrados, y esforzados con divina luz, determinaron ser cristianos, y se echaron a los pies de los apóstoles, manifestándoles su deseo, y suplicándoles, que los bautizasen, y que fuesen libres de la cárcel; porque ellos quedarían a pagar la pena, que por haberlos soltado les quisiesen dar.
El bienaventurado san Pedro los acogió, y confirmó en su buen propósito; y queriéndolos bautizar, como hubiese falta de agua, hizo la señal de la cruz en la misma peña, en que está fundada aquella cárcel, y luego salió una fuente de agua viva, tan copiosa, y tan perenne, que hasta hoy día dura, sin haberse podido secar en el discurso de tan largo tiempo, ni agotar con la muchedumbre de la gente, que va a visitar aquel santo lugar, y por su devoción bebe de ella. Con el agua de esta fuente fueron bautizados Proceso, y Martiniano, y de soldados de Nerón fueron hechos soldados de Jesucristo. Convirtiéronse con ellos otros cuarenta y siete, entre hombros, y mujeres. Pero sabiendo Paulino, que era juez, que San Proceso y San Martiniano habían creído en Jesucristo, los mandó prender; y traídos delante de sí, procuró con blanduras, y algunas palabras persuadirles, que se apartasen de aquella, que él llamaba locura, y adorasen a los dioses del imperio romano, en cuya religión se habían criado; porque así serian honrados, y acrecentados, y no despojados de la honra, y vida que poseían. Y no habiendo podido persuadirles, lo que pretendía, les mandó dar grandes golpes con piedras en sus bocas, quebrándoles las muelas, y dientes, y bañándolos en sangre; y los santos levantados los ojos al cielo, decían: Gloria sea a Dios en las alturas. Mandó después Paulino traer allí un ídolo de Júpiter, y ponerle en un altar, y a los santos mártires, que le adorasen; pero ellos le escupieron: de lo cual Paulino se enojó sobremanera: y para vengarse de ellos, los mandó desnudar, y estirar en el ecúleo, y atormentar cruelmente, y después abrasar sus costados con planchas de hierro encendidas; y ellos con grande alegría cantaban: Sea tu nombre, Señor, para siempre bendito; los ángeles te alaben, y todas las criaturas te bendigan. Despedazaron sus carnes con escorpiones, y afligiéronlos con otros tormentos, en los cuales estando los santos mártires con increíble gozo, Paulino de repente perdió un ojo, saliéndosele de su lugar, y el demonio se apoderó de él, comenzando a sentir dolores del infierno, al cabo de tres días expiró.
En venganza de la muerte de su padre, Pomponio su hijo dio parte a Nerón, de lo que pasaba, y que San Proceso y San Martiniano eran encantadores, y magos, y con sus hechizos habían muerto a su padre: y el emperador mandó a Cesáreo, prefecto de la ciudad, que luego los hiciese morir; y él dio sentencia, que les fuesen cortadas las cabezas: y así se hizo en la vía Aurelia, fuera los muros de Roma. Sus cuerpos dejaron en el campo, para que fuesen comidos de los perros; mas una santa, y noble matrona romana, llamada Lucina, que había animado en sus tormentos a los santos mártires, recogió los cuerpos, y con gran veneración, y ungüentos preciosos, y aromáticos, los enterró en una heredad suya, de donde después fueron trasladados a una iglesia, que edificó a honra suya; y arruinada aquella iglesia otra vez, fueron colocados en la del príncipe de los apóstoles san Pedro.
Martirio de San Proceso y San Martiniano
Fué su martirio a dos de julio, del año del Señor de 69, a los trece años del imperio de Nerón. San Gregorio en una homilía, que es la treinta y dos, y es, la que hizo en la iglesia, donde estaban los cuerpos de estos santos, dice estas palabras: «A los cuerpos de estos santos vienen los enfermos; y vuelven sanos: vienen, los que han jurado falso; y son afligidos del demonio: vienen los endemoniados; y quedan libres. ¿Cómo pensamos, que viven estos santos allá, donde de veras viven; pues aquí donde están muertos viven con tantos milagros? »Y entre otros cuenta uno de una santa, y religiosa mujer, que visitaba a menudo sus santos cuerpos, y ellos le aparecieron, y le prometieron, que el día del juicio le pagarían aquella buena obra, y pía devoción, con que los visitaba. Esto refiere san Gregorio. De San Proceso y San Martiniano hacen mención todos los Martirologios, el Romano, el de Beda, Usuardo, y Adon, y el padre Surio en el cuarto tomo de las vidas de los santos, y el cardenal Baronio en si primero de sus Anales.
CONMEMORACION DE LOS SANTOS PROCESO Y MARTINIANO – Dom Prospero Gueranger
DOS CONVERTIDOS POR SAN PEDRO
En este día en que por vez primera el diablo ve a su tropa infernal retroceder ante el arca santa, hacen corte a su Reina dos combatientes del ejército de los elegidos. Enviados a María por el mismo San Pedro en su octava gloriosa, merecieron este honor por la fe con que reconocieron al condenado por Nerón como cabeza del pueblo de Dios.
Nos dicen sus “Actas” (de época tardía y por desgracia dudosas) que el príncipe de los Apóstoles estaba esperando de un momento a otro su martirio en el fondo de la prisión Mamertina, cuando la misericordia de Dios condujo junto a él a dos soldados romanos. El uno se llamaba Proceso, y Martiniano el otro. Quedaron admirados de la dignidad de ese anciano confiado, por unas cuantas horas, a su custodia y que solo saldría fuera para morir en un patíbulo. Pedro les habló de la vida eterna y del Hijo de Dios, que amó a los hombres hasta dar su sangre por su rescate. San Proceso y San Martiniano oyeron con ánimo dócil esta doctrina inesperada, la aceptaron con fe sencilla, pidieron la gracia de la regeneración y recibieron el bautismo. No tardaron en pagar con su vida el honor de haber sido iniciados en la fe cristiana por el Príncipe de los Apóstoles, y son honrados entre los mártires.
LAS RELIQUIAS DE LOS DOS SANTOS
Su culto es tan antiguo como el de San Pedro. Pasada la era de las persecuciones, sobre su tumba se erigió una basílica. San Gregorio pronunció en ella su homilía 32 sobre el Evangelio al llegar el aniversario de su martirio; el gran Papa da fe de los milagros que se obraban en ese santo lugar, y particularmente celebra el poder que tienen los dos santos mártires para proteger a sus devotos en el día de su muerte. En el siglo ix San Pascual I colocó sus cuerpos en la basílica vaticana junto al del Príncipe de los Apóstoles. Hoy ocupan el lugar de honor, al fondo del transept derecho, que lleva su nombre. Allí tuvo lugar el Concilio Vaticano. No echemos en olvido a estos ilustres protectores de la Iglesia. Si su gloria se confunde ahora con la de Nuestra Señora, su poder se ha tenido que aumentar con este acercamiento a la graciosa reina de la tierra y de los cielos.