El título de los santos Juan y Pablo
La antigua basílica de San Juan y San Pablo, en el monte Celio, es por lo menos desde el siglo tercero, basílica “titular”. Tuvo sucesivamente varios nombres: su primer título fué Vizans, luego Pammachius, y desde el siglo vi se la conoce con el de los santos Juan y Pablo. Antiguamente este edificio era la casa de Vizans, un Cristiano rico que, en tiempo de las persecuciones, la puso a disposición de los fieles. Excavaciones hechas en 1887, por el P. Germán, Pasionista, permitieron explorar el subsuelo de esta Iglesia, reconocer las diversas partes de la antigua casa romana, la “confesión”, el ábside añadido por Pammachius al fin del siglo rv, y los frescos que datan de León el Grande. En 1588 se trasladaron las reliquias de San Juan y San Pablo, de la cripta a la Iglesia superior, y el cardenal Paolucci, en 1725, las encerró en una urna de pórfido.
Actas del Martirio de San Juan y San Pablo
Las Actas nos cuentan que San Juan y San Pablo, eunucos de Constantino, convirtieron durante una guerra, a su general Gallicano. Este se retiró a Ostia al lado de un hombre santo, Hilarino, con el cual fundó un hospital para los extranjeros. Intimado a sacrificar a los dioses, huyó a Egipto, donde padeció el martirio. Juan y Pablo, llamados al palacio de Juliano el Apóstata rehusaron ir y sacrificar a los dioses. Irritado el emperador, los hizo decapitar en su propia casa y propagó la noticia de que habían sido desterrados. Los energúmenos revelaron el lugar de su sepultura.
La crítica no puede, por desgracia, dar crédito a estas actas, que contradicen a la historia. Juliano no estuvo nunca en Roma; bajo su reinado no hubo ninguna persecución en Occidente; los contemporáneos: San Dámaso, San Jerónimo, San Agustín, no hacen alusión a este martirio, y los hagiógrafos solamente nos han dejado las Actas de dos mártires auténticos del Apóstata, en Oriente: Juventino y Maximino.
¿Quiénes son, pues, estos misteriosos Juan y Pablo? Los historiadores no están acordes: Unos dicen que a pesar de los detalles erróneos, el fondo de las Actas es verídico; otros, como el P. Delehaye, creen que se trata del Apóstol S. Pablo y de S. Juan, el apóstol o el Bautista, cuyas reliquias habrían sido traídas a este lugar; otros juzgan que se trata de mártires que sufrieron bajo Diocleciano y que su descubrimiento los hizo célebres. Es difícil actualmente hablar con Certeza sobre estos santos mártires.
ALABANZA A LOS MÁRTIRES
Unámonos, a pesar de la obscuridad que envuelve la historia de estos mártires, a la alegría de la Iglesia y a la oración que dirige a Dios en este día. La basilica que les está dedicada, es un lugar de peregrinación, frecuentado por gran multitud de fieles en el transcurso de los años. San Pablo de la Cruz y el Bienaventurado Strambi fijaron su morada aquí, y debemos dar gracias a Dios por los beneficios que ha concedido a las almas en este santo lugar.
Las Antífonas del Oficio y los textos de la Misa contienen una gran enseñanza. La Colecta nos recuerda que por encima del parentesco según la carne y la sangre, está el que viene “de la fe y del martirio”. La fe es la que nos hace mis rar como hermanos a los que la profesan; la que nos hace dulce y agradable su compañía (Gradual); la que nos hace vencer los crímenes del mundo, seguir a Cristo y llegar al reino celestial (Alleluia).
Pidamos a S. Juan y a S. Pablo que nos obtengan de Dios esta misma fe y amor de que nos dan ejemplo, y recitemos en su honor las hermosas Antífonas que les consagra la Liturgia:
En Laudes: “He aquí a los Santos que por amor de Cristo, despreciaron las amenazas de los hombres; santos mártires, gozan con los ángeles en el reino de los cielos; ¡oh! ¡qué preciosa la muerte de los santos, que caminan siempre en presencia del Señor!: no han sido separados uno de otro.”
Al Magníficat: “Estos son los dos olivos, y las dos lumbreras que brillan delante del Señor; pueden cerrar el cielo a las nubes y abrir sus puertas, porque sus lenguas se han hecho llaves del cielo”.