LA NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA

GLORIA DE SAN JUAN BAUTISTA

EL MESÍAS OCULTO

¡”Voz del que clama en el desierto: preparad los caminos del Señor; he aquí a vuestro Dios”!¡Oh! ¿Quién comprenderá, en este siglo resfriado, los transportes dela tierra ante anuncio tan largo tiempo esperado? El Dios prometido no se ha manifestado todavía; pero ya los cielos se han humillado para darle libre paso. ¿Quién descubrirá al Emmanuel bajo los velos de la humildad, en que antes como después de su nacimiento, se ocultará a los hombres su divinidad?

¿Quién, sobre todo, habiéndole reconocido en su misericordioso abatimiento, será capaz de hacer que le acepte un mundo perdido por el orgullo, y quién podrá decir, al mostrar a las turbas al hijo del carpintero: He aquí al que esperaron nuestros padres?

Pues éste es el orden establecido por el Altísimo para la manifestación del Mesías: el Dios Hombre no se lanzará por sí mismo a las obras de la vida pública; sino que para la inauguración de su divino ministerio, esperará a que un miembro de la raza que ha llegado a ser suya, a que un hombre, nacido antes que él y dotado para ello de crédito suficiente, le presente a su pueblo.

CONVENIENCIA DE UN PRECURSOR

¡Oficio sublime, que hará de una criatura el fiador de Dios, el testigo del Verbo! La grandeza del que había de llenar esta misión, estaba señalada, como la del Mesías, mucho tiempo antes de su nacimiento.

Cristo, ciertamente, no tuvo necesidad de ayuda ajena para alumbrar sus pasos; pero durante la noche de espera, habían engañado a la humanidad tantos falsos resplandores, que la luz verdadera no habría sido comprendida si hubiese surgido de súbito, o habría cegado los ojos, incapaces de resistir su fulgor, a causa de las tinieblas precedentes. La Sabiduría eterna había, pues, decretado que, así como el astro del día se anuncia por la estrella matutina, del mismo modo Cristo-luz fuese precedido por un astro precursor y señalado por el brillo de que El mismo revestiría a este fiel mensajero de su venida.

Cuando en otro tiempo el Altísimo se dignaba iluminar el porvenir por medio de sus profetas, la luz que a intervalos rasgaba el cielo del Antiguo Testamento, se extinguía sin lograr traer el día; pero el astro cantado por el Salmo, no tendrá ocaso: no siendo por sí mismo, como toda criatura, más que nada y tinieblas, reflejará, sin embargo, tan de cerca la claridad del Mesías, que muchos le tomarán por el mismo Cristo

EL ANUNCIO PROFÉTICO

SAN JUAN BAUTISTA

La misteriosa conformidad de Cristo y su Precursor, la incomparable proximidad que los unió, está bien indicada en múltiples lugares de los Libros Santos. Si Cristo es el Verbo, la Palabra Eterna del Padre, Juan será la voz portadora de esta Palabra hasta donde deba llegar. Cristo es el Ángel de la alianza; pero en el texto en que el Espíritu Santo le da este título tan alentador de nuestra esperanza, aparece que también lleva este nombre de ángel el fiel embajador por quien el mundo conocerá al Esposo: “He aquí que yo envío a mi ángel que preparará el camino ante mí, y luego vendrá a su templo el dominador a quien vosotros buscáis y el Angel del Testamento a quien vosotros deseáis. He aquí que viene, dice el Señor de los ejércitos”. Y para dar fin al ministerio profético, de que es el último representante, Malaquías termina sus oráculos por las palabras que hemos oído a Gabriel dirigir a Zacarías al hacerle saber el próximo nacimiento del Precursor.

EL ANUNCIO ANGÉLICO

La presencia de Gabriel en tal ocasión, mostraba como el niño prometido había de ser el íntimo del Hijo de Dios; pues el mismo príncipe de los ejércitos celestiales había de ir en breve a anunciar al Emmanuel.

Muchos son los fieles mensajeros que asisten al trono de la Santísima Trinidad, y en la elección de estos augustos enviados se toma en cuenta ordinariamente la grandeza de las instrucciones que por ellos va a transmitir al mundo el Altísimo. Pero convenía que el Arcángel encargado de consumar las sagradas nupcias del Verbo con la humanidad, diese comienzo a esta gran misión preparando la venida de aquel a quien los decretos eternos habían designado como el Amigo del Esposo Seis meses más tarde, enviado a María, apoyaba su mensaje revelando a la Virgen purísima el prodigio que desde entonces hacía madre a la estéril Isabel: primer paso del Todopoderoso hacia una maravilla mayor. Juan no ha nacido todavía; pero sin más tardar inaugurará su oficio, confirmando las promesas del Ángel. ¡Inefable garantía la de este niño, oculto aún en el seno materno y testigo de Dios en la negociación sublime que tiene en suspenso el cielo y la tierra! Iluminada por el cielo, María recibe el testimonio y no duda: “He aquí la esclava del Señor, dice al ángel; hágase en mi según tu palabra”.

LA SANTIFICACIÓN DEL PRECURSOR

San Juan Bautista saltó de alegría en el 
vientre de su madre al oír la voz de María

Gabriel se retiró llevando consigo el secreto divino, que no tenía orden de comunicar al resto del mundo. La Virgen prudentísima tampoco hablará de ello; el mismo José, su virginal esposo, no tendrá noticia del misterio por ella. No importa. Hay uno para quien el Emmanuel no tendrá ni secretos ni retrasos; y sabrá cómo ha de comunicarle la maravilla. Apenas el Verbo tomó posesión del santuario inmaculado en que habitaría los nueve primeros meses entre los hombres. Nuestra Señora, instruida interiormente del deseo de su Hijo, marcha presurosa a la montaña de Judea.

La primera visita es para el amigo del Esposo, para Juan su primera gracia. Una festividad distinta nos permitirá honrar especialmente el fausto día en que el Niño-Dios, al santificar al Precursor, se revela a Juan por boca de María, y en que la Virgen, revelada por Juan que salta de gozo en el seno materno, proclama las grandezas que el Todopoderoso obró en ella, según la promesa misericordiosa que hizo en otro tiempo a nuestros padres, a Abraham y a su posteridad hasta el fin de los siglos.

NACIMIENTO DEL PRECURSOR

Por fin ha llegado el tiempo en que, de los niños y de las madres la noticia se extenderá en la comarca, hasta que sea hora de esparcirse por todo el mundo.

Juan nace, y, como no puede hablar aún, desatará la lengua de su padre. Hará cesar el mutismo con que había castigado el ángel al anciano sacerdote, imagen de la antigua ley; y Zacarías, lleno del Espíritu Santo, publicará con un nuevo cántico la dichosa visita del Señor Dios de Israel.

Fuente: Año Litúrgico de Dom Próspero Guéranguer


San Juan el Bautista

por Plinio Corrêa de Oliveira, Santo del día (*)

Sería interesante analizar los aspectos de la vida de San Juan el Bautista que lo caracterizan como un apóstol perfecto de los últimos tiempos, según lo descrito por San Luis María Grignion de Montfort. No porque sus tiempos hayan sido los últimos tiempos, sino porque eran los últimos tiempos de esa época.

San Juan Bautista fue la persona enviada por Dios para enderezar el camino del Señor, para preparar la venida de Jesucristo, para actuar en los últimos tiempos antes del Mesías. El Apóstol de los últimos tiempos también debe prepararse para la venida de nuestro Señor; él también tendrá que actuar en los últimos tiempos antes de la segunda venida del Mesías. Hay un paralelo entre estos dos hombres, al igual que existe un paralelo entre la primera y la segunda venida del Mesías.

El bautismo de Jesús

El paralelismo entre la época de Cristo y los últimos tiempos es muy claro en el Evangelio, cuando Nuestro Señor habló de la caída del Templo de Jerusalén desde dos perspectivas diferentes. En primer lugar, Él habló acerca de la destrucción material del Templo de Jerusalén, una profecía que se cumplió históricamente por Tito en el año 70. También habló de la destrucción del Templo desde una perspectiva simbólica, refiriéndose a la final del mundo, de los cuales el Templo era un símbolo.

Hay dos destrucciones del Templo, dos venidas de Nuestro Señor, dos hombres enviados por Dios para preparar el camino del Señor. El primero fue San Juan Bautista y el último será Elías, el profeta. Estos dos hombres son los modelos, los paradigmas, los prototipos de los Apóstoles de los Últimos Tiempos.

En una parte de la “Oración Abrazada” de San Luis María Grignion de Montfort, él describe a los Apóstoles de los Últimos Tiempos, señalando a esos hombres que vivirán en una situación trágica: “¡Ah, déjame gritar por todas partes: ¡Fuego! ¡Fuego! ¡Fuego! ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Fuego incluso en el santuario!”.

El mismo tipo de advertencia fue dada por San Juan Bautista, un profeta que describió la situación moral de su tiempo como extremadamente mala. Él no tenía miedo de decir la verdad a los escribas y los fariseos. No tenía miedo de censurar a los judíos por la decadencia moral en la que habían caído. No tembló en reprocharle a Herodes el mal que había hecho; y esta sería la causa de su muerte.
San Juan Bautista fue un hombre que cumplió su deber de decir la verdad sobre la situación en la que vivía, toda la verdad, por completo, sin temerle incluso a su muerte.

Es también oportuno destacar el carácter polémico de la misión. Los Apóstoles descritos en la “Oración Abrazada” son hombres luchadores, hombres de polémica. Durante toda su vida San Juan Bautista fue también un polemista. Su vida no fue más que una larga polémica para preparar el camino de Nuestro Señor.

En forma paralela, se puede considerar que su misión estaba bien fundada en la realidad. San Juan Bautista supo medir completamente los defectos de los hombres. Él tenía una completa comprensión de los efectos del pecado original. Es por eso que él siempre estaba advirtiéndole a la gente de los defectos y los invitaba a la penitencia y de cambiar sus vidas. Metanoia es una palabra griega que significa una conversión total, un cambio completo de la vida; ella resume bien el objetivo de la predicación de San Juan Bautista. Cuando uno lee a San Luis de Montfort describiendo al hombre como más inútil que los sapos, más feroz que los tigres, más falso que las serpientes, y así sucesivamente, uno oye algo de la predicación de los Apóstoles de los Últimos Tiempos, y también la predicación de San Juan Bautista.
La humildad de los Apóstoles de los Últimos Tiempos descritos por San Luis en la oración abrazada también puede ser comparada con la extrema humildad de San Juan Bautista. Él decía, refiriéndose a Nuestro Señor, esta maravillosa frase: “Vendrá después de mí, alguien más poderoso que yo, de quien no soy digno de inclinarme para desamarrar la correa de sus sandalias”. Y también esta otra: “Es necesario que Él crezca, pero que yo mengüe”.

Su misión era anunciar al Mesías. Por lo tanto, una vez que el Cordero de Dios había llegado, la profecía de San Juan Bautista se había cumplido, y su misión pública disminuyó en cuanto se dirigía hacia su martirio. Por el contrario, la misión divina de Nuestro Señor crecería hasta su total cumplimiento. La humildad de San Juan Bautista fue recompensada. Después de su martirio, su nombre se cubrió de gloria. Nuestro Señor dijo que ningún hombre nacido de mujer era mayor que él. Es imposible tener un mayor elogio o una glorificación más honorable. Pero esta gloria tuvo como su fundamento la humildad más profunda. También, la humildad de los Apóstoles de los Últimos Tiempos será recompensada, ya que los hombres que lucharán la última batalla contra el Anticristo serán considerados tan grandes que el Señor les permitirá pasar directamente al cielo sin experimentar la muerte.

En estos puntos, por lo tanto, podemos ver un paralelismo entre la misión de San Juan el Bautista y los Apóstoles de los Últimos Tiempos, especialmete Elías, el mayor de ellos.

Los Sres. me podrán preguntar: ¿Dónde está la devoción de San Juan Bautista a María? ¿Qué lugar tuvo la Virgen en su predicación?

Sólo más tarde nuestra Señora se pondría de manifiesto a la piedad de los fieles. Su acción en la Iglesia se intensificó sólo después de que Nuestro Señor ascendió a los cielos y la dejó aquí para influenciar en el destino de la Iglesia. La misión de San Juan Bautista no fue predicar directamente sobre la Virgen. Pero en su vida, fue un acontecimiento importante. Cuando la Virgen fue a visitar a Santa Isabel, él tuvo la gran fortuna de oír la voz de la Virgen y sintió alegría en el vientre de Santa Isabel. Esta última, después de escuchar el saludo de María, le dijo que su hijo había saltado de alegría en su vientre. Él fue, por lo tanto, un alma intensamente volcada hacia María. Al oír su voz, él la entendió, la amó y dio un salto de alegría.

Hay una sólida tradición en la Iglesia que dice San Juan Bautista fue purificado del pecado original poco después de que fue concebido, mientras todavía estaba en el vientre de Santa Isabel. Por lo tanto, este episodio del Evangelio que se refiere a que el niño, escuchando en el vientre de su madre la voz de nuestra Señora, comprendió sus palabras y la amó, es totalmente creíble.

“Madonna con Niño y San Juan”
Fray Filippo Lippi

Es probable que, como familiar de nuestra Señora, Santa Isabel haya ido a visitarla muchas veces, llevando a su hijo. Además, después de la muerte de Santa Isabel, es probable que San Juan Bautista haya visitado a menudo a Jesús y María.

Entonces, también es probable que cada vez que él escuchaba la voz de nuestra Señora, él habría experimentado la misma alegría que sintió la primera vez. Sería una continuación de esa misma exultación. Es probable que él nunca se olvidó de ese júbilo y que siempre permaneció en su alma como una especie de consuelo permanente.

Veneremos a San Juan Bautista como modelo del devoto perfecto de la Virgen, como modelo de los Apóstoles de los Últimos Tiempos, y como un hombre de lucha. Pidámosle que nos conceda la gracia de cumplir con nuestra vocación, que es similar en muchos aspectos con la de esos Apóstoles. Principalmente hay que pedirle la gracia de siempre regocijarnos cuando nuestra Señora hable alguna palabra en el interior de nuestras almas y nos invite a estar más cerca de Ella.

(*) Los santos del día eran unas breves reuniones en las que el Prof. Plinio Correa de Oliveira comentaba relacionado con el santo de aquel día. Texto no revisado por el autor.

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