SAN MATEO, APÓSTOL Y EVANGELISTA

Vocación de San Mateo - Caravaggio
VOCACIÓN DE SAN MATEO – CARAVAGGIO

El glorioso apóstol y evangelista san Mateo, que por otro nombre se llamó Leví, fué galileo, de la ciudad de Caná, en donde Jesucristo nuestro Salvador hizo el primer milagro, y convirtió el agua en vino. Era publicano, y arrendador de las rentas imperiales, que se cogían de los tributos y exacciones que pagaban los judíos á los emperadores, que era oficio odioso entre ellos, y muy aborrecible: porque como aquel pueblo se tenía por el pueblo escogido de Dios, parecíale que había de ser exento y libre de los tributos y cargos que otros tenían; y por esto, y por los agravios que comúnmente los ministros reales suelen hacer en el cobrar, aborrecían á los cobradores, que eran los publícanos, y teníanlos como por paganos excomulgados, y públicos pecadores. De estos era san Mateo, y como afirma Simeón Metafraste, era cabeza, y el más principal de los publícanos, que residían en Cafarnaúm.

VOCACIÓN DE SAN MATEO – PAREJA 1661

Estando, pues, un día Leví, ó Mateo, sentado cerca del mar, en la casa ó aduana donde se pagaban los tributos, haciendo su oficio, pasó el Señor y puso en él los ojos de su clemencia, y alumbrándole y llamándole interiormente, con la voz exterior le dijo: Sígueme; y luego oyendo esta palabra san Mateo se levantó, y, dejando el trato, riquezas, casa y familia, siguió al Señor y comenzó, de un publicano pecador, á ser discípulo suyo. Mostró con este hecho el Señor las entrañas de su piedad y misericordia, llamando á un publicano, para hacerlo apóstol suyo; y diónos gran confianza que no desechará á cualquier pecador, por malo que haya sido, y viniere á él: y que cuando no viniere, y le cerrase la puerta, llamará á ella, y si le abriere, entrará en su corazón, y le perdonará sus pecados: y juntamente nos propone el sagrado Evangelio la presteza con que debemos obedecer á la voz de Dios, y dar de mano á todas las cosas de la tierra, por seguirle cuando él nos llama, como hizo San Mateo: el cual, alumbrado con la luz del cielo, y movido con la fuerza de aquella palabra poderosa del Señor, y de la majestad de su divinal rostro, que solo bastaba (como dice San Gerónimo) á trocar, y atraer á sí los corazones, de repente dio libelo de repudio á todos los gustos y vanidades del siglo, por ser verdadero discípulo del Señor: y el que antes tomaba la hacienda ajena, ahora deja la suya; y estando ya encendido en el amor de Dios, y deseoso que otros le conozcan, y se conviertan á él, hace un convite en su casa al mismo Señor, y á otros publícanos, y pecadores, para que con esta ocasión, atraídos de su dulzura y conversación, le sirvan y amen. Esto es lo que hallamos en el sagrado Evangelio de San Mateo, y también un ejemplo de su profunda humildad, con la cual, contando á los doce apóstoles que escogió el Señor, y nombrándose entre ellos, dice: «Bartolomé, Tomás, y Mateo, publicano»; confesando lo que había sido, para alabar y magnificar más la gracia del Señor, que le había llamado, y de publicano héchole discípulo suyo, y predicador del mundo. Después dé la subida al cielo del Salvador, y venida del Espíritu Santo sobre aquel colegio apostólico y bienaventurada compañía, comenzó San Mateo á sembrar la doctrina del cielo con los otros apóstoles por las provincias de Judea, y á coger grandes mieses en las trojes del Señor. Y habiéndose de dividir los apóstoles por todo el mundo, y repartir entre sí las provincias, en que cada uno había de predicar; á San Mateo le cupo la provincia de Etiopia, bien apartada y dificultosa: aunque para el grande y fervoroso espíritu que él tenía, cualquier trabajó le parecía descanso, la pena regalo, y fácil lo dificultoso. Había escrito antes de este apartamiento y división de las provincias, su sagrado Evangelio, á los ocho años, como algunos autores dicen, después de la ascensión del Señor, siendo el primero de todos los evangelistas que por instinto del cielo escribió el evangelio: y escribióle en lengua hebrea, ó siríaca, que era la común y vulgar que comúnmente usaban entonces los hebreos, para enseñar y confirmar más á los muchos que de aquel pueblo habían creído y recibido la fé del Señor: y este evangelio, por revelación del mismo santo apóstol y evangelista, se halló después en la isla de Chipre, con el cuerpo de San Bernabé, apóstol, en tiempo del emperador Zenón, y por él hizo Dios muchos y grandes milagros. No se sabe quién tradujo el evangelio de San Mateo de hebreo en griego, como dice San Gerónimo, que afirma que fué en su tiempo: el mismo evangelio en hebreo se hallaba en la librería de Cesarea, que Panfilo, mártir, con grande estudio y cuidado había allegado, y que los nazarenos, que usaban de él, se le habían prestado para trasladarle.

Entró el santo apóstol en Etiopia, para predicar el Evangelio; y sin duda padeció muchos trabajos: obró grandes milagros: convirtió gran número de almas; y alumbró con la luz del cielo toda aquella provincia con su vida y doctrina. Clemente Alejandrino dice, «que comía yerbas y legumbres, y no comía carne». Las cosas particulares, que le sucedieron, que sean ciertas y averiguadas, no las sabemos: algunas refiere Niceforo Calixto en su historia, que por no ser aprobadas de otros graves autores, no parece que tienen fundamento. Abdías Babilonio, san Antonino, el obispo Equilino, Joaquín Perionio, y otros modernos autores, en la Vida de san Mateo, refieren lo que yo en suma aquí diré.

Después de haber predicado San Mateo á los hebreos, y egipcios, pasó á predicar á Etiopia: y entrando en la ciudad, que se decía Nadaber, donde vivía aquel eunuco de la reina Candace, que bautizó San Felipe, diácono, de quien se hace mención en los Actos de los apóstoles, fué de él hospedado en su casa, y halló allí dos magos y hechiceros, llamados Zaroes y Arfajad, los cuales con sus malas artes hacían mucho daño al pueblo, privando á muchos del uso de sus miembros con varias y diferentes enfermedades. Opúsose el santo apóstol a los dos magos, y comenzó á desengañar y á consolar á la gente que estaba de ellos muy amedrentada. Los magos por arte del demonio trajeron dos dragones terribles, para que les hiciesen daño: hizo el sagrado apóstol la señal de la cruz; y luego, dejada aquella fiereza, volvieron como ovejas mansas al desierto. Con este milagro el pueblo quedó maravillado: comenzó á perder el miedo á los magos, y á dar crédito á las palabras del santo apóstol: y confirmáronse más, cuando vieron que San Mateo había resucitado al hijo del rey, que se llamaba Egipo, y que los dos magos no le habían podido resucitar. Convirtiéronse el rey, y la reina, y sus hijos, á la fé del Señor, y gran parte del pueblo, siguiendo su ejemplo, se bautizó: y una hija del rey, llamada Ifigenia, que era hermosísima, y de mucha prudencia, oyendo alabar al santo apóstol el estado virginal, se determinó, con su parecer, á consagrarse á Dios, y se encerró en un monasterio con otras doscientas doncellas, que la quisieron hacer compañía. Estuvo San Mateo veinte y tres años en Etiopia, ganando almas para Dios, edificando templos, ordenando sacerdotes, consagrando obispos, con grande acrecentamiento de nuestra sagrada religión. Murió en este tiempo el rey Egipo: apoderóse del reino un hermano suyo, llamado Hirtaco: quiso casarse con Ifigenia, así por su grande hermosura, como para asegurarse más en el reino: tomó por medio á San Mateo, para que se lo persuadiese; pero el santo apóstol en un sermón, que hizo teniendo presente á Ifigenia con sus religiosas, y estando también allí el rey con los principales de su corte, después de haber tratado como Dios había instituido el matrimonio, y cuan necesario era para la conservación del universo; añadió, cuánto más excelente era el estado de las vírgenes, y la pena que merece el criado que se atreve á quitar su mujer al rey; y que siendo Ifigenia esposa de Jesucristo, el que se la pretendiese quitar, caería en su indignación. El rey Hirtaco se enojó sobre manera, oyendo estas razones, y se fué de la iglesia, amenazando al santo apóstol: el cual se fué á decir Misa, y acabando de decirla, fué alanceado por los ministros de Hirtaco, dejando el altar rociado con su sangre, y delante de él su cuerpo muerto. Procuró después Hirtaco persuadir á Ifigenia, que quisiese ser su mujer: y no pudiendo apartarla de su santo propósito, mandó poner fuego al monasterio; mas vióse el mismo San Mateo por el aire que le apagaba. Hirió Dios al sacrílego Hirtaco con una enfermedad de lepra tan penosa, que el mismo con sus manos se mató. Esto es lo que estos autores escriben, referido aquí brevemente. De haber resucitado San Mateo al hijo del rey, san Isidoro hace mención en su breviario. Lo de Ifigenia debe ser cosa sin duda; porque el Martirologio romano, en este mismo día de los 21 de setiembre, hace mención de Santa Ifigenia, virgen, y dice que fué bautizada y consagrada á Dios por San Mateo: y de aquí sacan algunos, que el velar y consagrar á las vírgenes, tuvo principio de San Mateo, y que es ordinación apostólica; é Hipólito llama á este santo apóstol víctima y sacrificio de la virginidad; porque fué martirizado por amparar y defender la virginidad que Ifigenia había prometido y ofrecido á Dios. En las Constituciones de San Clemente, papa, se escribe que San Mateo fué el instituidor del agua bendita, y se pone la oración con que el santo apóstol mandó que se bendijese; aunque San Alejandro, papa y mártir, hizo un decreto del agua bendita, y ordenó que lo que habían mandado los apóstoles, se guardase, como lo dijimos en su vida

MARTIRIO DE SAN MATEO – CARAVAGGIO

También ordenó San Mateo, que los fieles ofreciesen al Señor las primicias y décimas para sustento de los ministros de la Iglesia, y de los pobres, como lo refiere el mismo San Clemente en el octavo libro de sus Constituciones apostólicas, capítulo 35, que tradujo de griego en latino, y declaró el padre doctor Francisco Turriano, varón doctísimo de la Compañía de Jesús. El cuerpo de este sagrado apóstol fué tenido muchos años en gran veneración y estima en la ciudad de Nadaber, en que murió: después fué trasladado á la ciudad de Salerno, en el reino de Nápoles; y de esta translación hace mención el Martirologio romano á los 6 de mayo, aunque no se sabe el tiempo en que se hizo: pero de una epístola de Gregorio VII, papa, escrita el año del Señor de 1080 á Alfano, obispo de Salerno, se saca que en su tiempo se halló el sagrado cuerpo del apóstol en aquella ciudad. El Martirologio romano dice, que se le edificó un suntuoso templo, el cual escribe León Ostiense, haber mandado hacer el príncipe de Salerno Roberto, y hoy día está allí su cuerpo reverenciado de los cristianos con gran devoción, como se debe á tan grande apóstol, y evangelista, y mártir del Señor. La muerte de San Mateo fué á los 21 de setiembre, el año del Señor de 90, imperando Domiciano. De San Mateo escribe Eusebio, lib.III, Historiæ:, cap. 1; Sócrates, lib.I, cap. 78; Doroteo in Synopsi; Isidoro, lib. De vita, et obitu sanclorum, cap. 78; é Hipólito, lib. De duodecim apostolis; Metafraste; Pedro Damiano en su sermón de San Mateo; y los autores que escriben sobre los evangelios; y todos los Martirologios.

Fuente: La leyenda de oro para cada día del año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset, Butler, Godescard, etc.

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