Pentecostés, palabra griega que significa “cincuenta días”, es la conmemoración de la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, que tuvo lugar precisamente cincuenta días después de la Resurrección de Nuestro Señor. Esta fiesta se remonta a los tiempos apostólicos y a sus sucesores inmediatos, y adquirió gran importancia en el siglo IV, cuando se introdujo el uso de conferir, en la Vigilia de Pentecostés, el Bautismo y la Confirmación a los catecúmenos que por alguna razón no habían podido recibirlos el Sábado Santo.
Oración al “Espíritu Santo” de San Agustín “Oh amor divino, oh vínculo sagrado que une al Padre y al hijo, Espíritu Todopoderoso, fiel consolador de los afligidos, penetra en los profundos abismos de mi corazón y deja que tu brillante luz brille allí. Extiende tu dulce rocío en esta tierra desértica, para poner fin a su larga aridez. Envía los dardos celestiales de tu amor al santuario de mi alma, para que cuando entren allí enciendan llamas ardientes que consumirán todas mis debilidades, mi negligencia y mis languideces. Ven, por lo tanto, ven dulce consolador de almas desoladas, refugio en los peligros y protector en la angustia. Ven, tú que lava las almas de sus impurezas y que curan sus heridas Ven, fuerza del débil, apoyo del que cae. Ven, doctor de los humildes y vencedor de los orgullosos. Ven, padre de huérfanos, esperanza de los pobres, tesoro de los necesitados. Ven, estrella de los navegantes, puerto seguro de los náufragos Ven, fortaleza de la vida y salvación de los moribundos. Ven, oh Espíritu Santo, ven y ten piedad de mí. Haz que mi alma sea simple, dócil y fiel, y condesciende a mi debilidad, con tanta bondad que mi pequeñez encuentra favor ante tu infinita grandeza, mi impotencia ante tu fuerza, mis ofensas ante la multitud de tus misericordias. Por Nuestro Señor Jesucristo, mi Salvador. Amén. San Agustín de Hipona (354-430) |