SAN LUIS GONZAGA, CONFESOR

EL VALOR DE LA VIDA

San Luis Gonzaga a los 17 años

¡”Cuán grande es la gloria de Luis, hijo de Ignacio! Nunca lo hubiera creído si Jesús no me lo hubiese mostrado. Nunca pude imaginar que tuviese tanta gloria en el cielo”. Así se expresaba Santa Magdalena de Pazzis en uno de sus admirables éxtasis. Sin embargo, a los ojos disipados de muchos la vida tan corta de San Luis no ofreció más que los preludios de una vida, por decirlo así, marchitada en flor antes de dar fruto. Pero los cálculos de Dios no son como los de los hombres y las apreciaciones de éstos no pesan en sus juicios. A sus divinos ojos, aun tratándose de los santos, es de menos perfección una vida larga y llena de acciones admirables, que otra llena de amor. En efecto, ¿no debe estimarse la existencia humana por lo que produce de duradero? Ahora bien, en la eternidad la caridad es la única que permanecerá, Ajada por siempre en el grado que adquirió en esta vida pasajera. Importa poco, pues, que en breve y sin obras ruidosas, el elegido de Dios desarrolle en sí mismo el amor tanto o más que otro con trabajos, por muy santos que sean, ejecutados durante una larga vida admirada de los hombres.
FECUNDIDAD DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS
La ilustre Compañía que dió a la Iglesia a Luis Gonzaga, debe la santidad de sus miembros y la bendición con que van acompañadas sus obras, a la fidelidad que siempre mostró a esta importante verdad donde debe buscar su luz toda vida cristiana. Desde su institución parece que Nuestro Señor, no contento con dejarla tomar su bendito nombre, tuvo a pechos obrar de suerte que no pudiese nunca olvidar de dónde la venía su verdadera fuerza para la carrera militante, y más activa que todas, que debía emprender.
Las refulgentes obras de su fundador, Ignacio, del apóstol de las Indias, Francisco Javier, la noble conquista de la humildad de Cristo en Francisco de Borja, manifestaron a todo el mundo una santidad maravillosa; pero no tuvieron otra base que las virtudes ocultas de estos otros tres Estanislao de Kostka, Luis Gonzaga, y Juan Berchmans, quienes bajo la mirada divina y únicamente con la fuerza de la oración contemplativa, se elevaron en aquel mismo siglo hasta el amor y, en consecuencia, hasta la santidad de sus heroicos padres.
EL AMOR, MOTOR DE LA ACCIÓN
Otra vez Magdalena de Pazzis, depositaría de los secretos divinos, nos revelará este misterio. En el éxtasis en que contempla la gloria de Luis, exclama bajo el influjo del Espíritu Divino: “¿Quién podrá explicar el valor y el poder de los actos internos?
La gloria de Luis es tan grande porque obró interiormente. No se puede establecer comparación entre lo visible y lo interno. Luis, cuanto más se venció en la tierra, tanto más estuvo atento a la mirada del Verbo y he aquí la razón de su grandeza. Luis fué un mártir oculto: todo el que te ama, Dios mío, te reconoce tan grande, tan infinitamente amable, que le es un verdadero martirio el reconocer que no te ama como desea amarte, y que no eres amado por tus criaturas, sino ofendido. Por eso él mismo consumó su martirio. ¡Oh, cuánto amó sobre la tierra! He aquí por qué ahora, en el cielo, posee a Dios con soberana plenitud de amor. Siendo mortal, dirigió su flecha al corazón del Verbo; ahora que está en el cielo, sus dardos descansan en su propio corazón. Pues la comunicación con la divinidad que mereció con esas flechas de actos de amor y de unión con Dios, ahora la posee ciertamente y se abraza con ella.”
Amar a Dios, dejar que su gracia vuelva nuestro corazón hacia la bondad infinita, que solamente es capaz de saciarle, he aquí el secreto de la más alta perfección.

MÉRITOS DEL DEBER DE ESTADO

Siendo todavía jovencito, y en una ciudad en que las tentaciones eran grandes, Luis consagró su virginidad a la Santísima Virgen. Luego renunció a los más altos cargos y dignidades de este mundo a que estaba llamado. Pero habiéndole obstinadamente rehusado su padre el permiso para abandonar el mundo, obedeció y siguió la vida seglar practicando todas las virtudes de su estado.
En él, como en las almas totalmente dóciles al Espíritu Santo, nunca la piedad perjudicó a los deberes de la tierra. Por esto es el verdadero modelo de la juventud estudiosa, de la que Luis mereció el título de patrono. Inteligencia escogida, fiel tanto al trabajo como a la oración en medio de la agitación mundana, dominó todas las ciencias exigidas entonces en personas de su condición. Negocios espinosos, referentes a intereses del siglo, le fueron confiados más de una vez; vióse entonces cómo hubiera sobresalido en el gobierno de los hombres y en el manejo de los negocios. También en ello debía servir de ejemplo a muchos a quienes sus allegados o falsos amigos pretenden detener en el umbral de la vida religiosa por la consideración del bien que son capaces de hacer y del mal que podrían evitar: como si para las órdenes religiosas, porción escogida de su rebaño, debiera Dios contentarse con incapaces nulidades; como si las aptitudes de la naturaleza mejor dotada no pudiesen siempre tornarse a Dios, su principio, tanto mejor y más completamente cuanto más perfectas sean. Ni el Estado, ni la Iglesia pierden nunca nada en este retiro por Dios, en este abandono aparente de los mejores sujetos: si en el Antiguo Testamento Dios se mostraba celoso de que se le ofreciese en el altar lo mejor de toda clase de bienes, no era para empobrecer a su pueblo; se lo reconozca o no, la fuerza principal de la sociedad, la fuente de las bendiciones que están destinadas al mundo, tendrá siempre su manantial en estos holocaustos amados del Señor.

VIDA

Luis nació cerca de Mantua el 9 de marzo de 1568. Destinado por su padre a la carrera de las armas, habitó con él desde niño en el castillo de Casale, y después en la corte del duque Francisco I en Florencia.

Primera comunión de San Luis Gonzaga

Recibió la primera comunión de manos de San Carlos Borromeo. Ocupándose más en el estudio y en la piedad, que en las vanidades mundanas y en la profesión militar pasaba largas horas en oración. Paje del príncipe Diego en la corte de Madrid, al morir éste, se fortaleció su deseo de consagrarse a Dios. En julio de 1585, hizo los Ejercicios de San Ignacio, firmó la renuncia al principado heredado de sus antepasados, y el 4 de noviembre entraba en Roma, en la Compañía, en la que profesó el 25 de noviembre de 1587. Hizo los estudios de Teología, recibió las Ordenes Menores y no se distinguió más que por su humildad, obediencia y fervor en la oración. En 1590-91, cuidando a los enfermos del hospital de San Sixto, después a los de Santa María della Consolazione, contrajo su enfermedad, de la que murió el 20 de junio de 1591. El primer milagro fué para su madre. Fué beatificado en 1605, y canonizado en 1726. Es patrono de la juventud.

UNA GLORIA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS

Sepulco del Santo en la Iglesia San Ignacio de Roma

“La prudencia equivale en el hombre a las canas, dice el Sabio; la vejez digna de veneración no se aprecia por el número de los años”‘. Por eso, oh Luis, ocupas un sitio honroso entre los antepasados de tu pueblo. Gloria de la Compañía en donde en breve tiempo llenaste el curso de una larga existencia, alcanza el que siga guardando esmeradamente para sí y para los demás el ejemplo que irradia de tu vida llena de inocencia y de amor.

LA ORACIÓN Y LA SANTIDAD

Al fin de la jornada de esta vida el verdadero éxito del hombre es la santidad; ésta se adquiere interiormente; las obras externas no cuentan para Dios sino en la medida de la pureza y del ardor interno que las inspira; si falta la ocasión para estas acciones, el hombre puede suplirla acercándose al Señor en lo recóndito de su alma, tanto o más que lo hubiese ejecutado por ellas mismas.
Así lo comprendiste tú; y la oración que te tenía absorto en innenarrables delicias, vino a hacer tu mérito semejante al de los mártires.
¡De qué precio fué a tus ojos este tesoro celestial de la oración, siempre tan a nuestro alcance como lo estuvo al tuyo! Pero para encontrar en ella, como tú, compendiado el camino de toda perfección, según tus propias palabras, es necesaria la perseverancia y el cuidado de alejar del alma, por medio de generosa mortificación de la naturaleza, toda moción que no sea de Dios. ¿Cómo podría reproducir el agua turbia o agitada por el viento, la imagen del que está a su orilla? Así el alma impura y la que, sin ser esclava de sus pasiones, no es señora de toda agitación que provenga del mundo, no puede llegar a reproducir en sí la imagen tranquila de Dios, que es el fin de la oración.

He aquí como el famoso dominico Garrigou-Lagrange describe a un alma en ese estado de perfección: “Después de la purificación pasiva del espíritu, los perfectos conocen a Dios de una manera casi experimental, no ya más pasajera, sino continua. No sólo durante las horas de la Misa, del Oficio Divino u otras oraciones, también en medio de las ocupaciones exteriores su alma permanece vuelta hacia Dios. Por así decirlo, no pierden su presencia y guardan la unión actual con Él”.
“Comprenderemos con facilidad la cuestión si la analizamos en contraposición al estado de alma del egoísta. Éste siempre piensa en sí mismo y, naturalmente, todo lo apunta hacia sí; se entretiene sin cesar consigo mismo con sus veleidades, sus tristezas, o sus superficiales alegrías; su conversación íntima, digámoslo así, es incesante, pero vana, estéril y esterilizante para todos. El perfecto, por el contrario, en vez de pensar en sí, piensa constantemente en Dios, su gloria, en la salvación de las almas y, para ello, hacer convergirlo todo hacia ese objetivo, como por instinto. Su conversación íntima no es consigo mismo, sino con Dios”
Contenido publicado en es.gaudiumpress.org

SOLO DIOS

Tú has reproducido perfectamente al Señor; y se puede constatar cómo la naturaleza en lo que tiene de bueno, lejos de sufrir y perder, gana en la refundición operada en este divino crisol. Aun en lo referente a las más legítimas satisfacciones, nunca tuviste miras terrenas; sino que, viendo a Dios en todas las cosas, ¡ cómo los sentidos fueron superados en su debilidad engañosa, y cómo también por eso mismo se acrecentó tu amor! Testigos son tus delicadas atenciones aquí abajo y desde el cielo, con la admirable madre que el Señor te dió. Al abrasarte el Espíritu Santo con el fuego del amor divino, encendía a la vez en ti un inmenso amor hacia el prójimo, pues la caridad es una; y se vió bien al sacrificar tu vida por los desgraciados apestados.

PLEGARIA POR LA JUVENTUD

Ayúdanos en nuestras miserias; sé propicio a todos nosotros.
La juventud especialmente reclama tu poderoso patrocinio, conducida por el sucesor de Pedro a los pies de tu altar. Dirige sus pasos solicitados por inclinaciones tan contrarias; sean la oración y el trabajo por Dios, su salvaguardia; hazla sobre todo ver claro cuando haya de escoger estado.
Derrama generosamente sobre ella en los críticos años de la adolescencia tu hermoso privilegio y protege la virtud angélica en tus devotos. En fin, oh Luis, haz que los que no supieron imitarte en la inocencia, te sigan al menos en la penitencia, como lo pide la Iglesia al Señor en tu festividad.

 fuente: Año Litúrgico de Dom Próspero Guéranguer

 Plinio Corrêa de Oliveira

Santo del día[1]

Selección biográfica
Luis Gonzaga (1568-1591) fue el hijo mayor de Ferrante, marqués de Castiglione, en Lombardía. En 1585, renunció a su derecho de nacimiento a favor de su hermano Rodolfo y se unió a la Compañía de Jesús. Murió en 1591, poco después de cumplir 23 años de edad. Debido a la gran batalla que emprendió contra la impureza en una época de inmoralidad general, él es el santo patrón de los jóvenes. La siguiente selección está tomada de una biografía escrita por Dourignac.
Cuando el ejército comandado por Ferrante Gonzaga partió de Casala, Luis, los cuatro años de edad, fue enviado a Castiglione. El joven príncipe y su maestro Francesco del Turco iban juntos en un carruaje, con un séquito de nobles a caballo que los custodiaban.
Cuando entraron en el campo abierto, el profesor se dirigió a su joven pupilo en el tono solemne y respetuoso que siempre usaba con él: “Desde hace algunos días que he querido hacer una observación importante respecto al comportamiento de su señoría, pero he esperado hasta que dejarais Casala”.
“¿Qué he hecho?”, Preguntó el niño asustado.
El tutor le respondió: “Durante vuestra estancia en Casala usted vivió en el campo con los soldados, y Vuestra Señoría adquirió el hábito de decir algunas palabras y expresiones inconvenientes que un príncipe de sangre tan alta nunca debería permitirse usar y lo mejor sería olvidar, ya que podría causar un profundo dolor a la princesa, su madre, si ella escucha una de estas palabras de labios de su hijo”.
“Pero, querido amigo, yo no sé qué es lo malo que dije”, respondió el muchacho desconcertado.
El maestro le hizo saber a su discípulo las palabras de las cuales el niño inocentemente no había comprendido el significado o inconveniencia.
“Esto nunca volverá a pasar una segunda vez, mi buen amigo”, respondió Luis, avergonzado por su culpa. “Le prometo que siempre recordaré esto”.
Y él fue fiel a su promesa. Esta falta, cometida en la ignorancia, nunca fue olvidada. Él consideró que este era el pecado más lamentable de su vida, y confesó después que el recuerdo de esta falta lo humillaba profundamente.
Comentarios del Prof. Plinio

San Luis Gonzaga, marqués de Castiglione y  príncipe del Sacro Imperio Romano Germano

Parece útil hacer una breve reseña de los hechos. San Luis Gonzaga tenía sangre española, pero era hijo de un príncipe semi-soberano de Italia de la casa de Castiglione, que estaba relacionado con las casas soberanas más importantes de Europa, incluyendo la casa de Austria, que era la más importante de todas de ellas.
Él tenía cuatro años de edad cuando ocurrió este incidente. Pero un poco antes de que él cumpliera esa edad, ya había sido colocado en el ambiente militar. Esto podría parecer excesivo, pero es todo lo contrario. Es una cosa magnífica. Hoy muchos padres ponen a sus hijos en el kinder cuando son niños como este. Sin embargo, cuando se envía un niño al kindergarden [que en alemán significa jardín infantil], el hombre tiende a permanecer en este jardín durante toda su vida. Tengo la impresión de que la suavidad de la moderna guardería infantil contribuye a la cobardía de muchos hombres de las nuevas generaciones. Lo que el niño necesita es madurar. La guardería mantiene al niño en un estado infantil mucho más tiempo de lo necesario, que suele acompañarlo toda su vida, en vez de llevar al niño a una etapa más madura que lo estimularía a buscar algo más elevado.
San Luis no fue enviado al jardín infantil, sino al ejército. Él estaba bajo la tutela de su padre, que era el comandante del ejército. Ahora bien, todo el mundo sabe que el lenguaje en ambientes militares no siempre es el más elevado. Y el niño aprendió algunas palabras con significados inmorales utilizados en el campo militar que no formaban parte de la lengua de una casa noble o de una familia de alto rango.
El tutor entró en escena. Es interesante observar cómo el niño viajaba, cómo un príncipe viajaba en una ocasión como esa. Él se trasladaba en un carruaje con su preceptor, y tenía un séquito de nobles que le seguían a caballo. Fue sólo después de que habían dejado la ciudad y ya estaban en el campo abierto que el preceptor habló con él sobre la mala costumbre que había adquirido. Ustedes pueden observar el tono grave que asume el tutor para hacer la corrección. Aquellos que gustan del jardín infantil juzgarían que esta gravedad es exagerada. Sin embargo, el preceptor, que fue elegido para este papel porque tenía una orientación católica segura y un sentido prudente de las circunstancias, pensaba exactamente lo contrario. Él declaró solemnemente que esas palabras no debían ser pronunciadas por un príncipe de sangre, que un príncipe de tal nivel no debería estar familiarizado con tales palabras. San Luis, que no se había dado cuenta del significado de esas palabras, estaba desconcertado.
Algunos podrían decir que el preceptor fue precipitado y excesivamente severo. Dado que el niño ni siquiera sabía lo que las palabras significaban, no podía ciertamente ser culpado por decirlas. Por el contrario, el profesor reveló tener una comprensión más profunda de la cuestión. Se dio cuenta de que las palabras de ese tipo llevan un mal en sí mismas, incluso si la persona no sabe lo que significan. Por ejemplo, un niño puede adquirir el hábito de decir interjecciones blasfemas. ¿Sería inútil corregirlo? De ninguna manera. Él debe ser corregido. Estas palabras tienen un sentido intrínsecamente malo, y los labios de un hijo de la Virgen no deben ser mancillados por pronunciar tales blasfemias.
Otra cosa notable es la humildad de San Luis. La humildad es la verdad. Esa verdad que lo llevó a considerar su falta tan grave que lo llamó el más grave pecado de su vida. Lo que se hace transparente en este episodio es la completa inocencia y la santidad de San Luis Gonzaga. Es tan brillante que es cegadora.

El presente texto es una adaptación resumida de la transcripción de la grabación de una conferencia del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, no ha sido revisada por el autor.

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