San Camilo de Lellis, Confesor

Martirologio Romano: San Camilo de Lelis, presbítero, que nació cerca de Teano, en el Abruzo, y en su juventud siguió la carrera militar, dejándose arrastrar por los vicios propios de una juventud alegre y despreocupada, pero convertido de su mala vida, se entregó al cuidado de los enfermos incurables hospitalizados, a los que servía como al mismo Cristo. Ordenado sacerdote, puso en Roma los fundamentos de la Congregación de los Clérigos Regulares Ministros de los Enfermos. ( 1614)

DIGNIDAD DEL CUERPO

Reliquia de su Corazón

No pensemos que el Espíritu Santo, en su deseo de elevar nuestras almas por encima de la tierra, tenga en poco nuestros cuerpos. Ha recibido la misión de conducir a la eterna bienaventuranza al hombre entero, como el hombre entero es su criatura y su templo.

En el orden de la creación material el cuerpo del Hombre-Dios fué su obra maestra y la complacencia divina que tuvo en este cuerpo perfectísimo del jefe de nuestra raza se desborda sobre los nuestros, cuyo mismo cuerpo formado por él en el seno de la Purísima Virgen, sirvió desde el principio de modelo.

En la rehabilitación que sigue a la caída, el cuerpo del Hombre-Dios suministró el rescate del mundo: y tal es la economía de la salvación que el poder de la sangre redentora no obre en nuestras almas sino por medio de nuestros cuerpos con los divinos sacramentos, que se dirigen a los sentidos para pedirles la entrada. Admirable armonía de la naturaleza y de la gracia que hace que éste honre al elemento material de nuestro ser hasta no querer elevar nuestra alma sin él a la gracia y a los cielos. Porque en este admirable misterio de la santificación los sentidos no sólo son un tránsito: ellos mismos experimentan los efectos del sacramento como la facultades superiores cuyos canales son; y el alma santificada ve asociado desde este mundo al humilde compañero de su destierro a esta dignidad de la filiación divina, cuyo resplandor después de la resurrección no será sino su desarrollo.

CUIDADOS PRODIGADOS A LOS ENFERMOS

Por esta razón eleva a la divina nobleza de la santa caridad los cuidados dados al prójimo en su cuerpo; porque inspirados por este motivo, no son otros que la admisión en la participación del amor que el Padre prodiga a sus miembros, que son para él miembros de otros tantos hijos muy queridos. Estuve enfermo y me visitasteis ha de decir el Señor en el último día mostrando que aun en las enfermedades mismas del destierro, participa el cuerpo de los que llama sus hermanos de la dignidad del Hijo único engendrado en el seno del Padre antes de todos los tiempos. Por eso el Espíritu, encargado de recordar las palabras del Salvador a la Iglesia no ha olvidado esta; caída en la buena tierra de almas escogidas ha producido el ciento por uno en frutos de gracia y de heroicas abnegaciones.

San Camilo de Lellis la recogió amoroso, y con sus cuidados la semilla divina ha llegado a formar un gran árbol. La Orden de los Clérigos regulares Ministros de los enfermos, o del bien morir, merecen el agradecimiento del mundo; desde hace tiempo el aplauso de los cielos le ha sido prodigado y los ángeles se han asociado, como se ha comprobado algunas veces apareciéndose a la cabecera de los moribundos.

San Camilo cuidando de enfermos

VIDA

San Camilo de Lellis nació en Bucchiano, en el reino de Nápoles en 1550. Siendo soldado se dejó dominar por el amor al mundo y por la pasión del juego. Comprendió a los 25 años, con las luces de una gracia particular, la vanidad de tal vida y se resolvió a entregarse al servicio divino. Ingresó en la orden de los Frailes Menores, que abandonó muy pronto, para entrar en el hospital de Santiago de los Incurables de Roma, y cuidar los enfermos. Durante 30 años fué su abnegado servidor, curó sus llagas y les ayudó a bien morir.

Ordenado de Sacerdote, tuvo la idea de fundar una Congregación de Clérigos Regulares que habían de comprometerse con voto a asistir a los enfermos, aun los apestados. Gregorio XIV la aprobó por bula de 21 de septiembre de 1591. Pero para tener más facilidad de remediar toda clase de miserias, abandonó el gobierno de su Orden. Su caridad para con los enfermos no se detuvo ante ninguna miseria ni trabajo; estuvo dotado del don de hacer milagros y de conocer los secretos de los corazones. Agotado, por fin con tantas fatigas, ayunos y sufrimientos de todo género, se durmió en la paz del Señor el lunes 14 de julio de 1614.

Le beatificó Benedicto XI en 1742 y León XIII le nombró patrono de los enfermos y hospitales en todo el mundo.

Conversión de San Camilo de Lellis

Continuando Camilo su ejercicio, le enviaron los religiosos á la villa de San Juan, cuatro leguas distantes, para llevar una carga de vino que les habían dado de limosna, y despachado de su negocio se entretuvo toda la tarde con los religiosos del convento que los padres capuchinos tienen en esta villa; y el padre guardián le habló de la recta justicia del Señor, de la gravedad de la culpa, y como se debía aborrecer y huir el pecado, y de otros puntos espirituales, dándole santos documentos para la dirección de su vida. A la mañana siguiente se volvió á Manfredonía, iba Camilo sobro su jumentillo discurriendo solo por entretenerse, y sin sentimiento alguno de piedad, sobre lo que le había dicho la tarde antes el padre guardián, cuando al improviso le envió Dios nuestro Señor una luz sobrenatural tan clara, que en un momento le hizo ver de una parte la gravedad y malicia del pecado mortal, el rigor de la divina justicia, y los peligros en que vivía de perecer eternamente; de otra la suma bondad de Dios, los beneficios innumerables que de él había recibido, la torpe ingratitud con que había correspondido á sus finezas, y la infinita paciencia con que le había sufrido en sus desórdenes, esperando su conversión: esta luz penetró de tal modo el corazón de San Camilo, que se le despedazaba por la vehemencia de la contrición; salto del caballo, y arrodillado en medio del camino sobre una piedra, empezó á deshacerse en un copiosísimo llanto, pidiendo á Dios el perdón de sus pecados, y proponiendo firmísimamente de no volver jamás á pecar, de hacer asperísima penitencia de los pecados cometidos, y de entrar lo mas pronto que pudiese en la religión de los padres capuchinos.

Fuente: La leyenda de oro para cada día del año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset, Butler, Godescard, etc.

LA PASIÓN DEL JUEGO

Ángel de la caridad; ¡cuán grandes fueron tus caminos guiados por el Espíritu Santo! Antes de ponerte la insignia de la Cruz y de reunir compañeros adornados con ella, conociste la tiranía de un amo odioso que quiere esclavos para su bandera y la pasión de juego estuvo a punto de perderte. Oh Camilo, al recordar el peligro que corriste entonces, ten piedad de los desgraciados que son víctimas de esta terrible pasión; apártales de esa furia nefasta que lanza, al caprichoso azar, sus bienes, su honor y su paz de este mundo y del otro. Tu historia es palpable ejemplo de cómo no hay lazos que la gracia no rompa y costumbres inveteradas que no modifiquen. ¡Ojalá puedan como tú volver a Dios sus malas inclinaciones y olvidar con los trabajos que lleva consigo la caridad los que conducen al infierno! Porque la caridad tiene también sus riesgos, sus gloriosos peligros que llevan hasta exponer su vida como el Señor ha dado por nosotros la suya: fué este un juego sublime, en el que fuiste campeón y al que aplaudieron con frecuencia los espíritus celestiales.

Pero, ¿qué vale la puesta de esta vida terrena comparada con el precio reservado al vencedor?

CARIDAD CON LOS ENFERMOS

¡Dios quiera lleguemos amar a nuestros semejantes imitando tu ejemplo como Cristo nos amó, según nos lo recomienda el Evangelio que hoy leemos en tu honor! Muy pocos dice San Agustín tienen este amor que abarca a toda la ley; porque muy pocos se aman para que Dios esté todo en todos.

Oh Camilo, tuviste este amor, que manifestaste con preferencia a los miembros doloridos del cuerpo místico del Hombre-Dios, en los que Cristo se esconde. Por este motivo la Iglesia te ha escogido con San Juan de Dios para velar sobre los Asilos del dolor, que ha fundado con los cuidados, que sólo una madre sabe dar por sus hijos enfermos. Corresponde a su confianza.

Protege a los hospitales católicos frente a una laicización total, cuyos únicos propósitos son curar los cuerpos y perder las almas. Aumenta el número de tus hijos para cubrir nuestras necesidades; que sean dignos por su conducta de ser acompañados por los ángeles. En cualquier lugar de este destierro donde viniere a sonar para nosotros la hora del último combate, haz uso de la preciosa prerrogativa que celebra hoy la Liturgia, ayudándonos por el espíritu de la santa dilección a vencer el enemigo y a alcanzar la corona celestial.

Fuente: Año Litúrgico de Dom Próspero Guéranguer


Beatificó á San Camilo Benedicto XIV, en el año 1742, y después en el de 1746 le puso en el catálogo de los santos: para su beatificación aprobó los dos milagros siguientes.

El primero se obró con una doncella de la ciudad de Viterbo, á la cual habiéndola nacido repentinamente en las narices un enorme y maligno pólipo, y permaneciendo en ellas tenazmente siete meses, habiendo salido inútiles los cáusticos y cauterios de fuego, que se la aplicaron para curarla, solo con ponerla dentro de las narices dos hilos de la camisa del santo, en el espacio de una sola noche quedó perfectamente curada, y las narices que sola habían puesto muy disformes, quedaron en su estado natural sin la menor deformidad.

El segundo acaeció con Catalina Dondula, preñada de seis meses; la cual siendo acometida de un cúmulo de varias enfermedades peligrosas, á saber, de calentura maligna, inflamación de la pleura y del pulmón, y de una llaga que se la había hecho en la garganta, y hallándose reducida, según dictamen de los médicos, al extremo de su vida, bebiendo un poco de agua, en la cual se habían echado algunos polvos recogidos del aposento del santo, al mismo momento no solo quedó libre de todos estos males, sino que cobró todas las fuerzas y robustez.

Para la canonización del santo aprobó la santa sede estos dos milagros, obrados después de su solemne beatificación.

El primero sucedió con una doncella, del lugar de Caprarola, llamada Luisa Teresa Petti; la cual habiendo nacido con una mala estructura del pecho, padecía mucha dificultad en respirar: con el discurso de los años aumentándoselo el asma, y sobreviniéndola excreciones sanguíneas y purulentas, y una suma postración de fuerzas, habiendo ya contraído una jiba, mostraba bien que no podía alargar mucho una vida tan penosa á sí, y á los demás; hallándose los males en su mayor fuerza é intensión, bebió un poco de agua, dentro de la cual se habían echado unos polvos recogidos del aposento del santo, e invocando con mucha fé su ayuda, en el solo espacio de una noche quedó libre de todos estos males, y recobró una salud entera y perfecta.

El segundo se obró con Margarita Castelli, doncella, del lugar de Marini, de edad de diez y ocho años; la cual por motivo de tener viciada la masa de la sangre desde las entrañas de su madre, se hallaba muchas veces afligida de malignas pústulas, las cuales se la aumentaron de tal modo, que su cuerpo parecía todo cubierto de una costra, manando podre y materia, sobreviniéndola después una maligna calentura; llegó á tal extremo, que perdido ya enteramente el movimiento y los sentidos, se esperaba su muerte por instantes: en este estado pusieron una estampa del santo sobre la enferma, y su madre y hermana pidieron con mucha fé su poderoso socorro, y en un momento la enferma, como si despertara del sueño de la muerte, sanó perfectamente; su cuerpo de repente se deshinchó, las costras se cayeron, y se fué la calentura, de modo que levantándose al instante de la cama, pudo andar y trabajar con fuerzas y robustez entera y perfecta; siendo tan sólida y perseverante esta repentina sanidad, que nunca jamás experimentó incomodidad alguna de los precedentes males.

Fuente: La leyenda de oro para cada día del año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset, Butler, Godescard, etc.

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