LA INVENCIÓN DE LOS CUERPOS DE SAN ESTEBAN, PROTOMÁRTIR, GAMALIEL, NICODEMUS, y ABIBON

El sagrado cuerpo del glorioso san Esteban, protomártir, estuvo mucho tiempo encubierto y escondido, sin saberse donde estaba, hasta que el Señor se dignó de revelarle en tiempo de los emperadores Honorio, y Teodosio, el menor, su sobrino, el año 415 de nuestra salud. Hízose esta revelación á Luciano, presbítero: el cual refiere toda la historia, como pasó, en una epístola (de que hacen mención muchos y graves autores) que escribió en griego; y Avito, presbítero español, tradujo en latín, cuya suma es: Que la noche de un viernes, á los 3 de diciembre, estando durmiendo Luciano en el bautisterio, en donde acostumbraba dormir, para poder mejor guardar su iglesia, y ocurrir a las necesidades de sus parroquianos, le apareció un venerable viejo, con traje y hábito de sacerdote, muy cano, y con una barba larga, y cubierto con una estola sembrada de pequeñas piedras preciosas engastadas en oro, y en ellas puesta la señal de la santa cruz, y con una vara de oro en su mano: y llegándose á Luciano, tocándole con la vara, le llamó tres veces, diciendo: Luciano, Luciano, óyeme, Luciano: y luego hablándole en griego, le mandó que fuese á Juan, obispo de Jerusalén, y que le dijese que buscase los cuerpos santos, que estaban junto á aquella aldea, llamada Cafargamala,y los colocase en otro lugar mas decente: porque Dios por los ruegos de ellos había determinado hacer bien al mundo, que estaba en gran peligro de perderse por los muchos y graves pecados que cada día en él se cometían. Preguntó Luciano al venerable viejo, quién era, y cuyos eran los cuerpos que se habían de buscar: y él le respondió, que era Gamaliel, el que había enseñado en Jerusalén á san Pablo, apóstol de Jesucristo: y que el que estaba en el monumento con él á la parte del Oriente, era el bendito mártir san Esteban, que fué apedreado de los judíos, cuyo cuerpo él había hecho recoger, y enterrar en aquella heredad suya, como veinte millas de Jerusalén: y que en otro lucillo y sepulcro estaba el cuerpo de Nicodemus: al cual por haberse bautizado, y ser discípulo de Cristo, los judíos le habían anatematizado y desterrado de la ciudad; y él le había recogido en su casa, y dado lo que había menester, todo el tiempo que vivió, y después de muerto, lo sepultó honoríficamente junio á san Esteban; y que en el tercer lucillo estaba un hijo suyo, llamado Abibon: el cual había recibido el bautismo con su mismo padre, y acallado el curso de su peregrinación, siendo de edad de veinte años, falleció; y él le había sepultado en aquel tercer lucillo, que estaba más alto que los otros, en donde, siendo difunto, había mandado que pusiesen su cuerpo. Preguntólo más Lucia no el paraje, donde estaban los santos cuerpos: y habiéndoselo enseñado, desapareció aquella visión.

Encuentro del cuerpo de San Esteban

Despertó Luciano, temiendo, que aquella fuese alguna ilusión, suplicó á Dios que si era revelación suya, se la tornase á mostrar segunda y tercera vez: y para que Dios se la otorgase, ayunó toda aquella semana hasta la noche del viernes siguien

te, en que de nuevo le apareció el mismo Gamaliel, en la propia figura y traje, con que antes le había aparecido, y le reprendió porque no había cumplido lo que le había mandado. No se aseguró aún Luciano con esta segunda visión; antes aguardó la tercera, ayunando, y orando siempre, y pidiendo al Señor que no le dejase engañar: y finalmente al tercer viernes le tornó á aparecer Gamaliel, mostrándose enojado por el poco crédito que Luciano había dado á sus palabras, y mandóle que hiciese lo que había dicho: y añadió, que tuviese por gracia singular de Dios, el haberle escogido á él por instrumento pura una cosa tan grande, dejando á tantos otros varones mejores que él que le pudieran servir en aquel ministerio. Confirmado, pues, Luciano en aquella revelación, y atemorizado con las palabras y señas del santo viejo Gamaliel, luego que vino el día, fué á Jerusalén, y habló con el obispo Juan, y le dio cuenta de todo cuanto había visto. El obispo, después de haber hecho gracias á nuestro Señor, derramando muchas lágrimas, por aquel señalado beneficio que hacia á su Iglesia, dio orden que se ejecutase lo que Gamaliel había revelado á Luciano: y habiéndose cavado en un campo, y cabe un montón de piedras que estaba en él, y no hallado lo que buscaban; el mismo Gamaliel apareció á un monje, llamado Nugecio, ó Nigecio, y le señaló el lugar donde estaban los cuerpos, y cavando en él, hallaron tres sepulcros y lucillos, cubiertos con tres piedras, y en ellas escrito, tres nombres, Celitil, que se interpreta «siervo», y Apnandardan, que quiere decir Nicodemus, y Gamaliel.

Vino el obispo Juan, acompañado de Eleulerio, obispo de Sebaste, y otro Eleulerio, obispo de Jericó, y de clero y gran número de gente: y abriendo la arca, donde estaba el cuerpo del glorioso san Esteban, comenzó á temblar la tierra, y salir un suavísimo olor y fragancia celestial de aquel sagrado cuerpo tan extremada, que á los que estaban presentes, les parecía estar en el paraíso. Habían concurrido á esto espectáculo muchos enfermos y endemoniados; y solamente con el olor, que salió de aquellas preciosas reliquias, sanaron setenta y tres, de todo género de enfermedades, y los demonios, ahuyentados por la virtud del santo mártir, dejaron libres á los que antes atormentaban. Fueron los santos cuerpos trasladados á otros lugares más decentes, y el de san Estéban fué traspasado á la santa iglesia de Sion, donde antes había sido ordenado de diácono. Todo esto dice Luciano en su epístola: y añade, que él tomó algunos huesos pequeños de los artejos de las manos de san Esteban: los cuales (aunque eran pequeños) eran grandes y de grande estima, por ser huesos de aquel valeroso caudillo y soldado del Señor, que tan bien supo pelear por Él, y abrir camino á los otros con su ejemplo, para con la muerte alcanzar la vida.

También dice Luciano, que tomó de los polvos en que las carnes de san Esteban se habían resuelto, y que envió estas reliquias á Avito, presbítero, y que esta traslación se hizo en 26 de diciembre, y que en aquel tiempo la tierra estaba muy seca, por no haber llovido, y que en la misma hora cayó tanta agua del cielo, y regó la tierra con tanta abundancia, que toda la gente quedó admirada, alabando y glorificando al Señor.


LA INVENCIÓN DE LOS CUERPOS DE SAN ESTEBAN
Lapidación de San Esteban *Rembrandt*

Pero lo que más se debe notar, es un milagro perpetuo, que hasta hoy día dura, de las reliquias de san Esteban: porque en el tiempo que los vándalos destruyeron y asolaron la provincia de África, san Ganchoso, obispo, trajo de ella á Nápoles una redoma de vidrio llena de sangre cuajada de san Esteban: la cual hoy se guarda con gran devoción en la iglesia de San Gaudioso, de la misma cuidad de Nápoles; y es cosa maravillosa, que poniendo la dicha redoma sobre el altar, al tiempo que se dice la Misa, la sangre cuajada se derrite, y se pone tan líquida, como si acabara de salir de las venas. Antes de esto se había traído á la ciudad de Ancona, en Italia, una piedra de las que le tiraron los judíos, cuando le apedrearon, que se dice que le hirió en el brazo: con la cual ha hecho nuestro Señor grandes milagros, y defendido muchas veces aquella ciudad: para que entendamos la reverencia y devoción que debemos á las reliquias de estos santos y amigos de Dios, y cuán grande merced hace al mundo, cuando las descubre, y por su medio le defiende y libra de grandes calamidades é infortunios; y con cuánta razón la Iglesia católica celebra fiesta el día de la Invención del cuerpo de san Esteban, protomártir, por el cual ha recibido y continuamente recibe tantos y tan singulares beneficios.

Fuente: La leyenda de oro para cada día del año; vidas de todos los santos que venera la Iglesia; obra que comprende todo el Ribadeneira mejorado, las noticias del Croisset, Butler, Godescard, etc.

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